Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han jugado un papel importante para el empoderamiento de las mujeres y en la lucha contra las formas de violencia que las afectan. Sin embargo, en el mundo virtual, al igual que en la calle y en la casa, persisten prácticas que atentan contra los derechos de niñas y mujeres. Estas apenas se comienzan a percibir. Los Estados dan poca importancia a las mujeres como usuarias activas de estas herramientas, gestoras de sus contenidos y del conocimiento sobre las tecnologías. Faltan inclusive datos desagregados por sexo que permitan medir la participación de las mujeres en la sociedad de la información.



Las agendas digitales o planes de inclusión en materia de TIC carecen en general de una perspectiva de género y no consideran la inclusión específica de las mujeres. Los gobiernos pocas veces ofrecen soluciones adecuadas o directamente ignoran las denuncias de acoso en línea, asedio sexual cibernético, vigilancia y amenazas de chantajes virtuales, así como de grabación y difusión no autorizada de fotos o videos íntimos. Son numerosas por ejemplo las denuncias de maridos que utilizan celulares como GPS para rastrear a sus esposas, o salas de chat empleadas para el reclutamiento sexual de niñas y adultas. No obstante la Justicia no siempre dispone de herramientas con la sofisticación necesaria para afrontar estas nuevas formas de violencia.



La Declaración sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) define la violencia contra las mujeres como “cualquier acto de violencia basada en el género que resulta en, o puede resultar en daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico en la mujer, incluyendo la amenaza de tales actos, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o privada”. Las TIC fueron incluidas en las discusiones sobre los derechos de las mujeres de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995). La sección J de su Plataforma de Acción menciona el debate acerca de las imágenes de mujeres que circulan en medios de comunicación tradicionales, así como la importancia de su participación en los espacios de decisión y gestión de medios de comunicación. Allí se reconoce “el papel clave que pueden jugar las nuevas tecnologías en el apoyo de la comunicación para las mujeres”. Cinco años después, al evaluar los efectos de aquellas recomendaciones, un documento de la CEPAL revela que “una infraestructura inadecuada, el analfabetismo, la falta de conocimientos informáticos y las barreras idiomáticas impedían que muchas mujeres accedieran al uso de estas tecnologías”. También señala que el campo de las TIC “tiende a centrarse en el varón y orientarse hacia la cultura occidental”.



En la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI) (Ginebra, 2003), organizaciones de mujeres abogaron por la inclusión de una perspectiva de género en materia de tecnología. Dos años más tarde, la Agenda de Túnez alertó sobre el peligro de que la brecha digital de género fuera más profunda. Ese mismo año, un informe de la División de las Naciones Unidas para el Adelanto de la Mujer señalaba que “las mujeres no deben continuar apareciendo en declaraciones o planes de acción como meras usuarias o actores pasivos de los avances que producen otros, ni bajo la tutela de quienes se consideran únicos productores de conocimiento y tecnología”.



No obstante, las acciones gubernamentales orientadas en este sentido son pocas. En Río de Janeiro, mujeres y adolescentes de 10 favelas fueron entrenadas para ayudar a las autoridades locales a mapear, a través de sus celulares, riesgos en seguridad relacionados con la infraestructura y servicios defectuosos como calles oscuras y problemas de iluminación. Por su parte, la ONU, en colaboración con Microsoft, está buscando formas de utilizar la tecnología móvil para detener el acoso sexual y la violencia en los espacios públicos.



Una buena parte de acciones orientadas a combatir la violencia y discriminación contra las mujeres han sido desarrolladas por organizaciones de la sociedad civil. En materia digital, herramientas como Take Back the Tech! (Dominemos la tecnología), que consiste en un sistema de mapeo/reporte de casos de violencia contra las mujeres en todo el mundo, son ejemplo de ello. El sitio es impulsado por la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC), red internacional de organizaciones civiles fundada en 1990 que trabaja con activistas y organizaciones de derechos de las mujeres para cualificar su uso de herramientas tecnológicas. Otras de sus acciones discuten la regulación de contenidos y los derechos de comunicación de las mujeres, como el Programa de derechos de las mujeres y la investigación sobre sexualidad e Internet – EROTICS. Otras experiencias destacadas son Mujeres en Red, creada en 1997 como una red de intercambio de información internacional y la Red Feminista de Organizaciones de Mujeres contra la Violencia de Género, creada en 2002.



En entrevista con el CLAM, Victoria Uranga Harboe, coordinadora de la Sección de Gestión del Conocimiento de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe de la UNESCO, habla sobre la poca discusión acerca de las mujeres en la Internet y aborda los cruces entre activismo por los derechos de las mujeres y TIC.



En 2006 la Secretaría General de Naciones Unidas señaló la necesidad de investigar más las relaciones entre tecnologías de la información y comunicación y violencia contra las mujeres. Pese a que se ha registrado un aumento en este tipo de agresiones, el tema no ha suscitado gran interés. ¿A qué atribuye esta situación?



El desconocimiento respecto a la relación de las TIC y la violencia contra las mujeres ha ido disminuyendo, pero sigue siendo un campo inmenso en urgencias por ser abordadas. Esa relación es compleja, por cuatro razones. La primera es que abordar el tema de la violencia contra la mujer implica enfrentar una problemática de difícil resolución, ya que apunta al corazón más profundo de las relaciones de poder. Por lo tanto, la relación entre violencia contra las mujeres y TIC tiene que verse necesariamente como parte de un continuo de violencia en que ésta es cometida, instigada o agravada por el uso de las TIC.



La segunda razón es que el mundo offline [de las relaciones cara a cara, donde las personas interactúan sin mediación tecnológica] suele tener prioridad frente al mundo virtual, ya que su impacto en la vida de las personas se percibe, erróneamente, como “más real”. La tercera es que sigue siendo débil la problematización del concepto de ‘violencia’. Esta se reduce a la comprensión de sus expresiones más dramáticas y evidentes y así queda excluido un amplio abanico de conductas y acciones cotidianas a través de las cuales se ejercen relaciones de poder y control. En particular, en el mundo digital existen formas de violencia cambiantes e incipientes que no son reconocidas y que es preciso nombrar para enfrentarlas mejor.



Por último, es preciso señalar el predominio de una visión que celebra estas tecnologías muchas veces de forma acrítica y que deja de lado sus problemas. Todo esto se traduce en una falta de claridad en los lineamientos legales o políticos que buscan enfrentar las situaciones de violencia y derechos vulnerados.



¿De qué modo se expresa la violencia contra las mujeres en internet?



Es importante recordar que la violencia se ejerce y tiene consecuencias no sólo en el ámbito personal, sino también en el político, el social y el económico. En cuanto a expresiones de violencia, algunas de las más frecuentes son monitoreo de mensajes de textos y control de correos electrónicos, ciberacoso o persecución en línea, manipulación de imágenes y violaciones o invasión de la privacidad con la amenaza de chantaje. Hay otros ejemplos como diseminación de ‘videos con escenas de sexo’ con mujeres que no han autorizado su difusión o publicación en línea de material audiovisual con violaciones sexuales, que obliga a las sobrevivientes a revivir su trauma.



Un ámbito más sutil de esa violencia, pero igualmente radical en sus consecuencias, es la ausencia o poca presencia de mujeres en Internet y de temáticas relacionadas: acceso y control de los recursos, propiedad intelectual, representación y contenido, seguridad y protección. No por casualidad uno de los principales reclamos de las mujeres durante los debates de la reciente Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (CMSI) fue la necesidad de que más mujeres participen en las decisiones en torno al desarrollo de Internet.



Las organizaciones feministas y muchas mujeres también han aprovechado las TIC para el ejercicio de sus derechos. ¿Cuáles han sido sus dinámicas de trabajo para visibilizar la violencia en la red y qué acciones favorecen el ejercicio de sus derechos?



Mucho del trabajo que se hace está concentrado en empoderar a las mujeres y las niñas mediante capacitación, concientización y construcción de comunidades. También en crear campañas para visibilizar el tema y en desarrollar investigaciones para comprender, caracterizar y luego poder intervenir mejor estas problemáticas.



En América Latina se destaca el trabajo que lleva a cabo el Programa de Apoyo a las Redes de Mujeres (PARM) de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC). La iniciativa Dominemos la tecnología [ver link más arriba] ha servido desde 2009 para documentar casos de violación de derechos de las mujeres en línea, así como a capacitar activistas y sobrevivientes de violencias para usar las TIC de forma creativa y proteger sus derechos en línea.



Mucho se ha escrito respecto de las oportunidades que ofrece Internet como instrumento de cambio y espacio de libertad. ¿Cómo es y cómo se expresa el activismo feminista en la red?



Se expresa de maneras diversas, la gran mayoría creativas y propositivas. Aunque no es exclusivo de este movimiento, existen acercamientos que intentan, de modo poco institucionalizado, considerar el hecho de que la tecnología no es un producto neutro, sino que depende de la cultura. Es en este sentido que se entiende ‘tecnología como cultura’.



Otro aspecto es el interés por los usos sociales de las tecnologías y la motivación para hacerse cargo de las influencias diferenciadas de la tecnología en distintos ámbitos sociales. No se da por sentado que todas las mujeres nos relacionemos de la misma manera con las TIC. Otra constante es el interés por comunicar sus visiones de mundo, sus intereses y preocupaciones, eso se hace frecuentemente desafiando las ideas predominantes.



¿Qué distingue al ciberfeminismo y cuál ha sido su impacto?



El ciberfeminismo se desarrolla al alero de una obra de Donna Haraway: Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX. En este texto del año 1985 se propone una nueva identidad para las mujeres que surge de la unión entre cibernética y organismo. Uno de sus énfasis es que se opone al feminismo más tradicional que asociaba la tecnología con la dominación masculina. Un ejemplo, es el trabajo de Sadie Plant (escritora y filósofa inglesa) en el libro Ceros y unos, que a partir de la historia de Ada Lovelace, la primera programadora de computadores del mundo, explora el lugar central que las mujeres han tenido en las redes de comunicación.



Una de las particularidades del ciberfeminismo es que también tiene un origen y se nutre en el mundo de las artes. El Manifiesto de la zorra/mutante, es un ejemplo de esto. A riesgo de simplificar, me parece que parte de la potencia del movimiento son sus acciones irónicas y subversivas como una forma de provocación sobre todo en temas de corporalidad y de la construcción de identidades en pos de la apropiación de las TIC.



¿De qué manera se puede evitar la normalización de las conductas violentas y la aceptación de la violencia contra las mujeres en las TIC?



Desde lo macro, educando para construir una cultura de paz y de respeto. En ese escenario es necesario reconocer que la invención tecnológica no es por sí misma una garantía de empoderamiento o de impactos positivos. Por ello debemos avanzar para que los sistemas judiciales reconozcan y sancionen todas las nuevas formas de violencia contra las mujeres que se ejercen a través de las TIC.



Es vital crear conciencia, educar y capacitar a mujeres y niñas para que cuenten con recursos para entender estos nuevos espacios de violación de derechos y tengan herramientas para protegerse. A nivel de la sociedad, es imprescindible generar conversaciones para aumentar la conciencia sobre la necesidad y la importancia de trabajar para que las TIC permitan ampliar las metas de igualdad y justicia.



Fuente: CLAM



Victoria Uranga Harboe

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