El discurso reiterado sobre los alcances en materia de educación de las mujeres en el área de ciencia y tecnología pobló las presentaciones de las delegadas de los países miembros de Naciones Unidas durante la última reunión de la Comisión sobre la Condición Social y Jurídica de la Mujer (CSW). De tan reiterado, resultó aburrido y nada innovador.


Sin negar el valor de que las niñas y las mujeres jóvenes accedan a una educación de calidad y con igualdad de oportunidades a sus pares varones en cualquier área del conocimiento, los discursos parecieron quedar encerrados en eso. Quizá primó la idea que por decantación natural, en el futuro, estas niñas y mujeres jóvenes podrían llegar a cursar estudios superiores y convertirse en científicas, ingenieras o técnicas capaces de liderar proyectos, investigaciones y programas de innovación tecnológica de avanzada en sus países.


¿Es tan sencillo para las mujeres avanzar en terrenos nuevos, donde los estereotipos y los prejuicios están muy arraigados, sin políticas públicas que lo faciliten? ¿Esto se logra sólo aumentando los conocimientos? ¿O acaso no es necesario incentivar también cambios sociales que faciliten la participación de las mujeres sin ningún tipo de barreras tanto en el momento de desarrollar sus estudios como al ingresar al campo laboral y afianzarse en él? ¿O cambios sociales que también logren que las mujeres cambien la visión de sí mismas, generando confianza e incentivos para ocupar espacios nuevos en la construcción de conocimientos y de nuevos saberes?


La imagen del científico o ingeniero varón, blanco, de corbata y delantal impecable, con anteojos, pulcro y aburrido, puebla el imaginario popular y se repite infinitamente en publicidades, series de televisión y en el cine. Las mujeres aparecen como usuarias de los descubrimientos y herramientas generadas por la ciencia y la tecnología, siempre sonrientes y con aire despreocupado, con un celular de última generación en la mano o una notebook de tapa de color chillón, que hace juego con su ropa o su cartera. El mensaje no podría ser más directo. Si a eso le agregamos que muchas mujeres ingenieras o científicas encuentran que sus salarios son menores a los de sus colegas varones que realizan igual trabajo, la ecuación es simple. Pocas tendrán ganas de desarrollar su carrera profesional en un ámbito que no las reconoce.


Dentro de todo, los documentos borradores preparados por la CSW para ser discutidos no quedaron encerrados en una visión tan acotada como muchos discursos. En ellos se plantea la importancia de educar con perspectiva de género en el área de ciencia y tecnología y apoyar a las mujeres en la transición al campo laboral con miras a la obtención de un trabajo digno.


También en los borradores se propone extender los períodos para la obtención de estudios superiores, teniendo en cuenta los posibles embarazos y cuidados de los hijos en los primeros años de vida, alentando los horarios flexibles, la provisión de servcios de guarderías infantiles para bebés y niños y licencias pagas por maternidad o paternidad, teniendo en cuenta no sólo a las graduadas universitarias sino a las mujeres emprendedoras en el campo de la ciencia y la tecnología para que logren formarse adecuadamente y mantenerse al día en materia de innovación y avance tecnológico. Pero no hubo debate de fondo en realidad ni ninguna controversia alteró el ritmo pausado de las sesiones.


Desde la delegación oficial argentina, que me tocó integrar invitada como representante de una organización no gubernamental, se presentaron las últimas decisiones del gobierno en materia de ciencia y tecnología, que lograron dejar atrás años oscuros marcados por las políticas neoliberales que llegaron a decirnos que daba lo mismo producir caramelos o productos industriales de punta, y que fueron impulsadas por un establishment cuyo ministro de Economía envió a los científicos y científicas “a lavar los platos”.


Escuchar tantos avances al menos abre la posibilidad de cambios sustanciales en la participación de las mujeres en ciencia y tecnología. Desde las representantes del gobierno se aseguró que ya están en marcha planes que contemplan la extensión de los períodos para maestrías y doctorados teniendo en cuenta la maternidad como también las posibilidades de horarios flexibles, además de la equidad en materia salarial al menos en el ámbito del Estado y en aquellos empleos regidos por convenios colectivos de trabajo.


¿Veremos equipararse el número de mujeres en ciencia y tecnología en un futuro cercano? El mercado laboral está demandando mucha mano de obra con especialización técnica. Podrán afianzarse allí las mujeres si se trabaja en cambios sociales que promuevan nuevos modelos de rol para las mujeres y en políticas públicas que acompañen el desarrollo de empleo y salario dignos en un campo de alta competencia al que las mujeres, seguramente, tienen mucho que aportar.


Pero queda todavía sin discutirse un tema clave: la participación de las mujeres y la inclusión de la perspectiva de género en las decisiones políticas en torno al desarrollo de la ciencia y la tecnología. Ni el movimiento de mujeres ni los gobiernos tienen esta cuestión presente en su agenda. Siendo que el desarrollo de nuestro mundo actual está dominado por la ciencia y la tecnología, es fundamental que las mujeres participen activamente en los planes y constitución de la sociedad de la información y del conocimiento, para que la inclusión digital de género en todos los ámbitos sea real y palpable.

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