En el contexto actual, el debate en torno al futuro del trabajo se posiciona como un tema central en el que se está discutiendo sobre estrategias para el avance tecnológico, acumulación de ganancias y automatización del trabajo. La "economía gig" está ganando terreno y desestabilizando los derechos de los trabajadores y las trabajadoras y precarizando las condiciones laborales.

 

Frente a esta dinámica, las empresas se están aprovechando y se han convertido en mercenarias al servicio de los gobiernos, creando sistemas de vigilancia utilizando métodos extractivos para robar los datos de usuarios y usuarias. En Estados Unidos, las bases de datos creadas por compañías como Palantir, hospedadas en los servidores de Amazon, posibilitan la detención masiva de inmigrantes, forzando la separación de las familias y con ello infringiendo traumas que se van traspasando a las futuras generaciones.

 

Como respuesta a estos ataques, han surgido movimientos que buscan desestabilizar desde adentro el modelo dominante. Sus tácticas incluyen sistemas de transparencia, escrutinio de responsabilidades de la industria tecnológica, huelgas, boicots, y la apropiación tecnológica.

 

La Coalición de Trabajadores de Tecnología, organiza a trabajadores y trabajadoras denunciando condiciones laborales, específicamente el acoso sexual y la explotación laboral dentro de empresas tales como Google y Facebook. Junto con otras organizaciones defensoras de derechos de personas de color, inmigrantes y LGBTQ, estos grupos están denunciando la guerra sucia que se está llevando a cabo en contra de nuestras comunidades.

 

Mientras imaginamos la posibilidad de cómo se puede realizar un desmantelamiento de este sistema extractivo, el movimiento cooperativista se perfila como una alternativa de empoderamiento para la fuerza laboral, a través de la propiedad del trabajador y el gobierno democrático. Existen muchas mujeres inmigrantes que están creando modelos innovadores que se oponen a la explotación de la economía gig.

 

Ser dueñas de plataformas tecnológicas abre las posibilidades para que las trabajadoras se involucren en el diseño, puesto que ellas son dueñas de la tecnología. Las redes comunitarias y el internet feminista que soñamos no pueden estar ajenos a estas prácticas de transparencia, que buscan crear liderazgo entre las trabajadoras y procesos de decisión democrática. Si las herramientas del amo jamás destruirán su casa, debemos crear nuestras propias herramientas.

 

Las redes comunitarias y el internet feminista que soñamos no puede estar ajeno a estas prácticas de transparencia, que buscan crear liderazgo entre las trabajadoras y procesos de decisión democrática.

 

 

El modelo cooperativo para la reapropiación sustentable de tecnologías y redes de comunicación #TechWontBuildIt

 

Recientemente en la cadena nacional estadounidense de radio pública NPR hablaban sobre el Futuro del Trabajo y la empresa de transporte de paquetes UPS. Los vehículos de UPS tienen sensores que cuantifican las veces que los/las trabajadores/as aceleran, retroceden, además, tienen sensores que abren las puertas automáticamente y botones para encender la camioneta para realizar sus tareas de forma más eficiente. Cada una de estas funciones genera datos que se almacenan y posteriormente se analizan para incrementar la eficiencia de sus trabajadores y trabajadoras, aumentando con ello las ganancias de la empresa.

 

El Futuro del Trabajo como praxis se enfoca en el uso de tecnologías para garantizar el crecimiento lucrativo de las compañías, en la mayoría de sus casos, a expensas de la fuerza laboral. La “Economía Gig” es uno de los modelos que utiliza plataformas digitales para emplear contratistas independientes para vender sus servicios. Desde la perspectiva de los usuarios y las usuarias, este modelo ofrece comodidad, rapidez y eficiencia con tan sólo apretar un botón desde una aplicación móvil. Compañías como Uber, Lyft, Handy, Airbnb y Amazon se han establecido en mercados globales, irrumpiendo en industrias de servicios locales. El producto no importa, si lo puedes vender a través del internet tiene potencial: servicios de limpieza, de transporte, venta de muebles, de libros, etc.

 

Desde la perspectiva de la fuerza laboral, estas plataformas lucen bastante atractivas, puesto que significan la posibilidad de tener un empleo flexible, y en ese sentido, no hay excusa para estar desempleado si tienes acceso a una conexión de internet. Sin embargo, a diferencia de otros modelos económicos, la “economía gig” se enfoca en tener una mínima inversión en pos de maximizar las ganancias. ¿Pero quién absorbe el costo de inversión para el mantenimiento de este sistema?

 

La “economía gig” representa un retroceso para los derechos de los trabajadores y las trabajadoras.

 

    Desde la perspectiva de la clientela, un viaje en Uber es más barato que tomar un taxi. No obstante, para un empleado o empleada, el costo de mantener su vehículo, las licencias de manejo, el seguro, el costo de gasolina, etc, son gastos que debe asumir individualmente. Al trabajar de manera independiente, carentes de un lugar físico de trabajo, la fuerza laboral tiene pocas o nulas posibilidades de organizarse y negociar sus condiciones laborales.

     

    La “economía gig” representa un retroceso para los derechos de los trabajadores y las trabajadoras. Para los usuarios y las usuarias el intercambio dentro de esta economía no sólo representa transacciones financieras, sino que también implica el rastreo de nuestro consumo, el que es almacenado en bases de datos de las compañías. Aceptando los términos de servicio del almacenamiento de datos definidos por las empresas damos acceso a que nuestros datos se utilicen de forma indiscriminada.

     

     

    Minería de datos y vigilancia

     

    La minería de datos es lucrativa, y las compañías y gobiernos represores lo saben muy bien. Amazon, por ejemplo, es una de las compañías que ha comenzado a expandir sus negocios al servicio del Estado. Amazon Cloud alberga bases de datos creadas por Palantir que monitorean las actividades de inmigrantes en los Estados Unidos. Bajo contratos con el departamento de inmigración (ICE), Amazon y Palantir, almacenan datos de residentes estadounidenses bajo un sistema que crea perfiles conectando la información de licencias de conducir, uso de servicios sociales, historial criminal, relaciones sociales, etc., alimentando el sistema de detención y deportación.

     

    ¿Cuál es la responsabilidad de estas empresas mercenarias en la creación de sistemas de vigilancia, encarcelamiento y deportación? Es la pregunta que hoy en día se hacen activistas que comienzan a cuestionar el involucramiento de estas compañías tecnológicas así como las condiciones laborales internas de las mismas.

     

    Dentro de éste contexto, surge la Coalición de Trabajadores de la Tecnología (TWC por sus siglas en inglés), en el corazón de Silicon Valley, California. Esta coalición busca denunciar las condiciones laborales, la explotación, la discriminación y el acoso sexual de los trabajadorxs.

     

    A través de estrategias como boicots y huelgas, la TWC organiza a la fuerza laboral con el fin de denunciar las prácticas de estas compañías, así como los contratos que sostienen con el gobierno de Estados Unidos para posibilitar la detención y separación de familias de inmigrantes. Mijente es otra organización pro-derechos de inmigrantes, LGBTQIA, personas negras, que colabora con la TWC bajo la campaña #TakebackTech con el fin de denunciar a estas empresas que constituyen el brazo derecho de la máquina de deportación y encarcelamiento de Estados Unidos.

     

     

    Modelos de gestión cooperativos para incentivar las redes comunitarias

     

    Bajo este modelo dominante en la economía está claro que debemos combatir el uso de las tecnologías como modelos extractivos y represivos. Es primordial construir modelos alternativos sustentables para reapropiarse de las tecnologías y reconocer que el enfoque limitado a la disminución de la brecha digital y el acceso a servicios no es suficiente para lograrlo.

     

    En una conversación con compañerxs involucradxs en Indymedia Chiapas en México hablábamos acerca de la sustentabilidad de las redes comunitarias de comunicación. En los 90’s la Red Indymedia fue muy novedosa, en tanto que permitió habilitar plataformas en línea para la publicación abierta de multimedia.

     

    Con el tiempo Indymedia se desvaneció, por distintas razones, tales como la falta de financiamiento, falta de compromiso, otras responsabilidades, y diferencias políticas. Es importante señalar que estas experiencias no fueron ajenas a las relaciones de poder y acoso sexual. Algunos proyectos sobrevivientes se enfocaron en la capacitación del uso de medios localmente, la creación de casas productoras, y algunas lograron establecerse como redes locales de medios comunitarios.

     

    Es primordial construir modelos alternativos sustentables para reapropiarse de las tecnologías y reconocer que el enfoque limitado a la disminución de la brecha digital y el acceso a servicios no es suficiente para lograrlo.

     

      La mayoría de iniciativas de comunicación comunitaria se solventan a través de financiamientos de fundaciones europeas o estadounidenses, lo que en cierta forma genera limitaciones. Cuando las fundaciones deciden cambiar su misión, los proyectos comunitarios sufren inestabilidad económica, y eventualmente quienes hacen posible su operación tienen que buscar el sustento económico para sí mismos.

       

      Por otro lado, los operadores y las operadoras son generalmente voluntarios y voluntarias, o empleados y empleadas sin obligaciones ni sentido profundo de responsabilidad. Son pocas las iniciativas que han logrado sostenerse en el tiempo, aquellas que sí lo han logrado se han apoyado en sistemas de organización comunitaria indígena.

       

      Estas estructuras se basan en la propiedad y la participación democrática, en las cuáles la comunidad es dueña de la plataforma tecnológica y la gestión se lleva a cabo a través de asambleas. Por ello, es importante aprender de las experiencias pasadas. Nuestras iniciativas de redes de comunicación hoy en día deben buscar modelos autogestivos sustentables que permitan generar estructuras propias y gobernadas por la comunidad para romper con el ciclo de dependencia de las fundaciones.

       

      En definitiva, el modelo cooperativista ofrece mecanismos para compartir tanto responsabilidades y beneficios así como estructuras democráticas para crear condiciones equitativas para su membresía. Las cooperativas se rigen por acuerdos de operación que establecen mecanismos de transparencia con el fin de cumplir con las responsabilidades. Además tienen códigos de conducta establecidos para atender las disputas, las quejas y los conflictos.

       

      Construir modelos de gobernanza y propiedad democrática, mecanismos de acuerdos comunitarios para establecer responsabilidades, acuerdos de gestión que incluyan instructivos respecto a cómo enfrentar el hostigamiento sexual, laboral y la discriminación, son algunas de las prácticas cooperativistas que podemos aprender en las redes de comunicación comunitarias.

       

       

      Inclusión social y digital en plataformas tecnológicas de propiedad democrática

       

      Integrantes de la Cooperativa de Tecnología Sassafras en Michigan, Estados Unidos, comparten algunas de sus perspectivas: “La industria tecnológica no es uno de los lugares más afines para “los/las otros/otras”, refiriéndonos a las mujeres, las personas de color, la comunidad LGBTQIA”. Ellas expresan como su involucramiento en los procesos de toma de decisiones, así como escribir sus reglamentos internos de la cooperativa han sido herramientas poderosas para combatir los sistemas de opresión en el lugar de trabajo.

       

      Los principios cooperativistas no son suficientes, “un compromiso profundo con la justicia social y un conocimiento de las estrategias para apoyar este compromiso son necesarias para combatir la discriminación de ciertos perfiles sociales en la industria de la tecnología”. Las redes comunitarias, los modelos económicos que utilizan las tecnologías y el internet feminista que soñamos, no pueden ser ajenos a prácticas de transparencia para crear liderazgo y procesos de decisión democrática.

       

      En Estados Unidos, son justamente mujeres inmigrantes quiénes están creando plataformas tecnológicas cooperativistas formulando alternativas no explotadoras, organizando y empoderando a la fuerza laboral, a través de modelos de gobernanza y de propiedad democrática.

       

      La plataforma Up&Go es controlada por mujeres inmigrantes en la ciudad de Nueva York. Up&Go permite contratar servicios de limpieza a través de la plataforma, conectando al cliente con cooperativas de trabajadores y trabajadoras. A diferencia de otras plataformas, Up&Go no crea perfiles superficiales de personas, sino que se enfoca en promover los valores cooperativos y busca establecer relaciones sustentables de largo plazo con sus clientes.

       

      Son justamente mujeres inmigrantes quiénes están creando plataformas tecnológicas cooperativistas formulando alternativas no explotadoras, organizando y empoderando a la fuerza laboral, a través de modelos de gobernanza y de propiedad democrática.

       

      En medio de la industria de la tecnología controlada por hombres cis blancos, Up&Go se centra en el modelo cooperativo, en el cual las trabajadoras controlan sus propias narrativas como mujeres inmigrantes para decidir cuánto y cómo quieren compartir sobre su vida personal. De esta manera, ofrece una estructura para abrir un espacio de transparencia y balance de relaciones de poder en una cultura y una economía donde no hay espacios para estas conversaciones.

       

       

      Si las herramientas del amo jamás destruirán su casa, debemos crear nuestras propias herramientas.

       

       

       

      Foto: Mujeres líderes de Oaxaca

       

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