Un espacio de reflexión para llevar ideas a la acción y cuestionar a cada paso nuestro transitar en internet. Con el objetivo de construir y fortalecer un movimiento interseccional entre feministas y activistas por los derechos a internet, las activistas de las agrupaciones de mujeres, de grupos LGBTI y feministas media-activistas pusieron en cuestión la actual experiencia tecnopolítica de las mujeres, de manera crítica. ¿De qué forma problematizar un campo de conocimientos y de luchas tan diverso como el feminismo? Y combinarlo con preguntas nada leves tales como ¿De qué forma debatir, criticar y pensar políticas públicas desde las mujeres y las diversidades sexuales en un campo tan vasto y complejo como el de las TIC?



Imaginar una internet feminista se vincula con ubicar nuestros activismos en línea en continuidad con nuestras acciones fuera de línea. También se trata de compartir una agenda ciberfeminista, plasmada en los Principios feministas para internet planteados en 2014. Y concebirlos flexibles, en evolución y transformación continua. Usarlos como resortes, provocaciones e impulsos para el cambio social desde los movimientos de mujeres.



Desafíos políticos en las redes



Internet nació como una red descentralizada y ese espíritu inicial es la clave para entender su potencial político. “Al no haber un centro de control, las comunicaciones se hacen más horizontales y democráticas, lo que permite que sea un campo fértil para el desarrollo de derechos como la libertad de expresión, asociación… finalmente, como herramienta de resistencia”, detalla Paz Peña, directora del área de Incidencia de Derechos Digitales de Chile.



Es una misión imposible resumir el desarrollo de internet en un sólo párrafo, en una nota o en una infografía. Pero vale la pena señalar que el hecho de constituirse como caja de resonancia de diversas voces políticas se dio lugar a un estallido de identidades y debates políticos inimaginables en la era pre-internet. No obstante, este proceso debe ser observado en paralelo a la participación en aumento por parte de los gobiernos intentando controlar, cuando no censurar y vigilar a la ciudadanía digital.



También la evolución mercantil de internet se dio al ritmo de políticas empresariales que, exprimiendo el jugo de las refinadas bases de datos, consiguieron un acceso privilegiado (muchas veces no autorizado) a los datos de usuarios y usuarias en relación a sus preferencias de consumo, que deben ser disputadas en virtud de una mayor transparencia respecto de términos de uso. De esta manera, y a través de múltiples fuerzas en juego en la que cuentan instancias gubernamentales, de intereses privados y públicos, los/as internautas solemos estar ajenos/as, o se nos hace muy intrincado de entender, cómo participamos y alimentamos la compleja arquitectura de la red.



En este devenir que hoy aparece codificado para legos en el asunto, las relaciones de poder desiguales, patriarcales y guiadas por el afán neoliberal establecieron una continuidad con las realidades violentas que vivimos en el mundo de carne y hueso. En palabras de Peña: “Esa internet libre, abierta y descentralizada está peligrosamente amenazada, desde el corporativismo que centraliza los servicios, a gobiernos que buscan controlar las comunicaciones de las personas online con diferentes excusas”.



Por eso desde la consigna #ImaginaInternetFeminista, analizar la participación política de los diversos movimientos implica interrogaciones clave. ¿Qué tipo de poderes pueden ser deconstruidos y cuestionados desde nuestro lugar de usuarias, activistas, investigadoras, militantes?



Nuestro lugar en internet



Yasmin Bathamanathan, escritora, periodista y bloguera de Malasia considera que, para pensar la participación política, primero debemos problematizar el acceso: “pagas por tu banda ancha, pagas por tus datos o tienes que ir a algún lugar en el que pagar un café. Incluso puede ser que tengas que viajar a algún lado para conectarte. Entonces requiere un esfuerzo de tu parte. Otra vez actuamos en un sistema en el que hay una jerarquía y en el que somos en mayor medida usuarias. Tu tienes que ir y no es algo que viene hacia tí. Aún no es mi derecho: si lo quiero, entonces tengo que pagar por ello de una u otra forma. Yo entiendo el patriarcado de manera semejante”.



Por otra parte, el acceso, las plataformas en las que interactuamos y el lenguaje que compartimos en internet cargan un total sesgo masculino. Según Bathamanathan “vemos esta generación de innovadores representadas por las start-ups o por esos chicos que están creando en los sótanos de sus casas y de repente construyen ¡oh Facebook! y ganan billones de dólares. Este ambiente sigue siendo muy masculino y esta gente aparece controlando internet y decidiendo qué va a suceder y cómo vamos a usarla“.



Por su parte Maha Jouini, una escritora y bloguera tunecina que defiende los derechos humanos del área del gran Maghreh en el norte de África, cree que la violencia y los desafíos como feminista se pueden concentrar en casos que le suceden a diario. “Soy una activista de los derechos de grupos indígenas. A veces publico algunas fotos con nuestras ropas tradicionales para señalar a las personas que tenemos nuestra propia civilización y que debemos luchar por nuestra identidad para construir nuestra nación, una nación fuerte. ¿Pero qué sucede? Encuentro la misma foto posteada en otro lugar con un mensaje que dice: “mira esta hermosa mujer y su hermoso vestuario”. Y se me estereotipa como una “dama” y no como una mujer que defiende los derechos humanos, una mujer nativa que defiende los derechos de las mujeres indígenas. Así es como sucede en internet. Puede ser que vayamos a protestas y manifestaciones y entonces que publiquen nuestras fotos con leyendas como “hermosas mujeres salen a la calle…”



Jouini señala la importancia de mantener una especial atención a cómo se da el uso de imágenes pero también al desafío de adaptar los contenidos feministas para “estar más cerca de movimientos juveniles y llegar a una audiencia mayor. Yo sueño con una internet feminista… pero nosotras estamos publicando y posteando todavía bajo un sistema patriarcal”, destaca.



Paz Peña resalta la necesidad de incentivar una reflexión profunda y crítica sobre cómo el entorno digital ha cambiado nuestras vidas “para bien y mal y, desde allí, desde nuestras experiencias inmediatas, locales, de género, de edad, de etnia y de clase social, involucrarnos con la defensa de nuestros derechos”. Es fundamental pues imaginar una internet feminista que desnaturalice su forma, la manera en que navegamos y accedemos al conocimiento. Dejar de asumir que internet es algo que pasa en algún “espacio” exterior o en un lugar ajeno al nuestro o un lugar cuyas reglas son escogidas por un grupo de hombres blancos heterosexuales de países desarrollados.



“Es tiempo de llevar la reflexión de nuestros derechos en internet a nuestros propios campos diversos. Sabiendo el nivel de intervención en nuestras comunicaciones que tienen los gobiernos y otras autoridades, es necesaria una reflexión desde los que trabajamos en estos temas para hacer de ese activismo un espacio seguro y anónimo”, aporta Paz Peña.



Internet es el lugar en donde las relaciones de poder, que incluyen distinciones de clase, género y raza se ponen en foco. Por eso nos resulta urgente y fundamental interrogar qué tipo de poderes pueden ser deconstruidos y cuestionados desde una perspectiva feminista. Porque ya no podemos separar entre real y virtual. Porque queremos ser libres en todos los planos. Imaginemos una internet feminista y construyámosla juntas.

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