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Image description: Tablet lying on bed, image of woman on the screen. Image source: Unsplash.com

Todos los días aparece la expresión “pornovenganza” en los titulares de los diarios del mundo entero y sus traducciones se están incorporando al vocabulario de la gente en todas partes, desde China, hasta Francia. A pesar de su creciente popularidad, las investigaciones publicadas en 2018 muestran que la expresión “pornovenganza” es universalmente rechazada entre activistas e investigadores/as, que la consideran equívoca y por ende han empezado a buscar alternativas más adecuadas.

Este artículo presenta cinco razones por las cuales nosotras – como feministas – tenemos que seguir sus pasos y eliminar “pornovenganza” de nuestro vocabulario. Tomando como base el conocimiento de los/las activistas anti “pornovenganza”, este artículo propone reemplazar la expresión “pornovenganza” por “difusión/distribución no consentida de imágenes íntimas” (DNCII), creada originalmente por Coding Rights e InternetLab.

La distribución no consentida de imágenes íntimas (DNCII) es una nueva herramienta de desempoderamiento que se basa en un viejo guión de producción patriarcal. Como feministas, todas nos damos cuenta de que la expresión alberga una lógica sexista muy familiar. Sabemos que apunta principalmente a mujeres jóvenes y solteras [1]. Sabemos que se trata de una herramienta de control utilizada por un amplio abanico de personas: desde parejas abusivas y traficantes sexuales, hasta hackers, scammers y voyeurs. Ya sea que los contenidos se distribuyan en forma de folleto, DVD, o en un grupo de WhatsApp, sabemos que la DNCII avergüenza y silencia a incontables víctimas todos los días.

La mera amenaza de que se expongan sus imágenes íntimas lleva a muchas personas a reducir su actividad en línea. En síntesis, la DNCII mantiene intactas las relaciones de poder existentes. Las investigaciones indican que tiene un impacto desproporcionado sobre las personas de género y sexualidad diversos (GSD), las mujeres de color, las personas de bajos recursos económicos, los pueblos indígenas y las personas con capacidades diferentes[2]. La DNCII también se ha globalizado: hoy se trata de una forma de violencia internacional en red que trasciende los límites del derecho[3]. Su aumento está impulsando la resistencia feminista a nivel mundial: manifestaciones callejeras en Corea del Sur, defensoras/es de los derechos de las mujeres en Zimbabwe y grupos de presión en India desafían la DNCII en todas sus formas – y muchas comienzan con la deconstrucción de la expresión “pornovenganza”.

La mera amenaza de que se expongan sus imágenes íntimas lleva a muchas personas a reducir su actividad en línea. En síntesis, la DNCII mantiene intactas las relaciones de poder existentes.

1. No es venganza

La venganza es una acción destinada a causarle daño a alguien debido a un daño o algo malo realizado por esa persona. Pero cuando una persona postea imágenes sin el consentimiento de la otra, rara vez lo hace en respuesta a una maldad legítima de la parte expuesta. El perpetrador puede estar regido por el despecho que siente a raíz del fin de una relación íntima. También puede ser que el propulsor sea un incentivo económico: el perpetrador puede pensar en cobrar dinero por postear imágenes de desnudos o un video sexual en línea, o en extorsionar a la víctima por dinero. O puede ser que simplemente lo guíe el deseo voyeurístico de exponer a otra persona. Pero usar la palabra “venganza” implica asumir que las víctimas infligieron algún daño primero, por el cual le deben una retribución al perpetrador.

Usar la palabra “venganza” es asumir que las víctimas ocasionaron primero algún daño por lo cual le deben una retribución al perpetrador.

La venganza no es el motivo fundamental de la difusión no consentida de imágenes íntimas. Por detrás de la venganza, hay algo que los/as teóricos/as llaman “la lógica del escape”[4]. Los individuos pretenden obtener poder físico, sicológico y económico ventilando la intimidad de otra persona, algo que es central en la creación, distribución y consumo no consentido de imágenes íntimas.

Las normas sociales que acusan y victimizan a las mujeres permiten que la gente disfrute de “sacar a la luz” la intimidad de una mujer sin el sentimiento de culpa asociado. El contenido que ven es “real”, de modo que la culpa suele asignársele a la víctima por permitir ser filmada. Junto con esa tan conocida culpabilización de la víctima se encuentra la fetichización del no consentimiento de las mujeres, visible en todas partes, desde la publicidad, hasta la pornografía hard-core. Juntas, estas dos normas prevalentes han favorecido el florecimiento de la distribución no consentida de imágenes íntimas y llevaron a la creación de la expresión “pornovenganza”. Cada vez que la usamos, agregamos culpa a las víctimas y ocultamos las acciones de los abusadores que crean y miran, a sabiendas, estos contenidos.

 

2. No es porno

La palabra pornografía fusiona material visual privado con contenido público, destinado a un consumo masivo. Convierte a las víctimas en porno actrices que aparentemente consienten en serlo. El uso del término “pornografía” distorsiona aún más un daño que ya se había malentendido, porque la difusión no consentida de imágenes íntimas y el porno amateur circulan indistintamente por los sitios web de películas para adultos.

En los sitios web de pornografía, la ficción y la realidad se mezclan peligrosamente. Los/as espectadores/as pueden no saber si están viendo una representación ficticia o real de algo no consentido, o si los sujetos a los que miran alguna vez dieron su consentimiento para ser vistos. Como señala la experta en derecho Mary Anne Franks, hoy somos una sociedad de “mirones” (Peeping Toms): cualquiera puede ver las manifestaciones más extremas de sus fantasías en la vida real, sin plantearse si las personas que mira alguna vez consintieron en ser vistas. La difusión no consentida de imágenes íntimas se ha convertido en una rama lucrativa de la industria pornográfica y llamarla “pornografía” implica dar un permiso tácito para consumir algo que fue creado, o difundido, sin consentimiento.

Llamar “pornografía” a la DNCII implica dar un permiso tácito para consumir algo que fue creado, o difundido, sin consentimiento

 

3. No es un entretenimiento

En 2018, decenas de miles de mujeres coreanas se reunieron en Seúl para protestar contra el uso generalizado de cámaras de espionaje en lugares públicos. Dos de sus eslogans fueron: “Mi vida no es tu peli porno” y “Yo no soy una peli porno coreana”. Ambos captan un problema clave de la expresión “pornovenganza”, y es que convierte a una acción dañina en una forma de entretenimiento. “Pornovenganza” es una terminología que atrae la atención y es lascivo, o sea, es perfecta para los titulares de los periódicos. Este tipo de información no le hace justicia a las experiencias de las víctimas. Son las/os activistas y los/as investigadores/as quienes relatan la verdadera historia de la DNCII.

La información de los medios se enfoca demasiado a menudo en un número reducido de víctimas célebres, mientras las/os activistas llaman la atención sobre la ubicuidad de la difusión no consentida de imágenes íntimas en nuestra vida cotidiana. También representan las necesidades de las víctimas que suelen carecer de apoyo público, como las trabajadoras sexuales.

“Es muy raro que una mujer que intenta salir de una relación violenta, o controladora, no esté sujeta también a ese tipo de comportamientos en línea” – señala una activista australiana contra la violencia de compañeros íntimos.

El uso continuado de expresiones que culpabilizan a la víctima, como “pornovenganza” en los medios más conocidos ha contribuido a la realización de campañas de sensibilización pública que aconsejan a las mujeres para que no compartan contenidos íntimos. En lugar de limitar la libertad de la expresión individual, las campañas deberían enfocarse en las acciones de los perpetradores y los espectadores.

En su informe 2017, el European Women’s Lobby se propone cambiar la narrativa acuñando una serie de expresiones que dirigen la atención hacia los perpetradores. La lista incluye: el ciberacosador, el groomer, el que recluta con medios persuasivos, el voyeur, etc. Además, presentan los hábitats y las estrategias más comunes de cada tipo de abusador.

“Me parece que tenemos que reenfocar el mensaje. Los/as espectadores/as podrían intervenir antes de que se tome una imagen sin consentimiento, o antes de que se comparta sin consentimiento, y negarse a reenviar la imagen, o contactar a la víctima para hacerle saber que se han compartido dichas imágenes” – Investigadora, Australia

Incluso las/os activistas de los medios más hostiles han encontrado formas creativas de sensibilizar acerca del estatuto delictivo de la DNCII – en lugar de considerarla una forma de entretenimiento. La única opción que tienen las víctimas de recuperar su “verdadera” personalidad en línea es enviar constantemente solicitudes de retiro de las imágenes – e incluso éste es un privilegio que sólo algunas personas tienen.

En estas condiciones, la creación y el consumo de medios liberadores constituyen un camino esencial de resistencia. Desde guías feministas de seguridad digital hasta gifs, memes y cómics, estos contenidos alientan a las víctimas a retomar el control de la tecnología que las ha silenciado. A través de estos contenidos creados en casa, las/os activistas promueven una política que acaba con la vergüenza y revierte la lógica subyacente a la DNCII.

‘ Creo que los medios pueden causar un efecto enorme en asuntos como este y el efecto de los medios suele ignorarse. Si se trasmite el mensaje correcto, podríamos desestigmatizar a las mujeres jóvenes que se encuentran en esta situación e influir sobre los hombre jóvenes para que se den cuenta de que compartir esas imágenes no es cool” – Media Maker, Estados Unidos

La producción de medios subversivos en sus propias plataformas le devuelve el control a los/as usuarios/as, pero los/as activistas que intentan cambiar la narrativa sobre la “pornovenganza” se tornan vulnerables a la vigilancia y el acoso.

Grupos militantes contra el ciberacoso como Heart Mob se dedican a desafiar esto frontalmente y el grupo BADASS de activismo contra la DNCII explota a Facebook como base de datos de “víctimas”. Buscan perfiles de mujeres, las alertan en cuanto a su vulnerabilidad como potenciales víctimas, ofrecen apoyo, solidaridad y acceso a un/a abogado/a.

El informe 2017 de European Women’s Lobby brinda una extensa lista de organizaciones e iniciativas similares que se dedican a luchar contra el ciberacoso. A medida que las/os activistas crean nuevas rutas de resistencia, más y más víctimas pasan del silencio al disenso, armadas con vocabularios que ya no las culpan, ni las estigmatizan.

 

4. No es un nuevo tipo de agresión

En 1953 se imprimieron fotos de desnudos de Marilyn Monroe sin su consentimiento en el primer número de la revista Playboy y se vendieron 50 mil ejemplares. Las fotos para las que posó Monroe cuando era una joven que luchaba para llegar a ser actriz se difundieron más tarde sin su consentimiento para que otra persona obtuviera beneficios económicos – este es apenas un ejemplo de “pornovenganza” muchos años antes de ser acuñada la expresión. Las fotos todavía circulan en internet, junto con las imágenes que se publican sin consentimiento de las víctimas actuales de DNCII.

Con el avance de las tecnologías, pasamos de la cámara fotográfica analógica y la grabadora de video cassettes, a la webcam. Cada nuevo dispositivo complace más y mejor nuestros deseos voyeurísticos de maneras que se conectan con la vigilancia. Los contenidos que se captan de manera no consentida se reenvían y se catalogan en enormes bases de datos digitales, tales como creepshots.com, un sitio que se presenta como tienda de pasada para comprar imágenes de “culos, tetas, escotes, piernas y minifaldas”.

Con el avance de las tecnologías, pasamos de la cámara fotográfica analógica y la grabadora de video cassettes, a la webcam. Cada nuevo dispositivo complace más y mejor nuestros deseos voyeurísticos de maneras que se conectan con la vigilancia.

La expresión “pornovenganza” no evoca esta historia y su uso oculta las conexiones obvias que hay entre la difusión no consentida de imágenes íntimas y otros delitos que no toman en consideración el consentimiento de las mujeres – desde el acoso callejero, hasta la violación. La expresión “pornovenganza” constituye una reformulación de un viejo problema, presentado como si fuera algo nuevo, del entorno digital. Oculta la realidad de que las mujeres experimentan formas de abuso en línea, relativo al género, mucho más graves y que atentan contra su vida.

‘La solución no es técnica y no se encuentra en la ley. El problema no es internet y no es Facebook. No son los foros, ni 4chan, ni Twitter, ni el anonimato, ni la libertad de expresión. El problema es que vivimos en una cultura de patriarcado que tiene muchas expresiones en línea y fuera de línea.’ - Activista, América Latina

 

5. No es tan simple

La expresión “pornovenganza” suele aplicarse a varios delitos diferentes. En Australia, una mujer roba imágenes íntimas de una pareja para la cual trabaja y las comparte en línea. En Irlanda, usuarios de Facebook imprimen fotos de chicas adolescentes en bikini, eyaculan sobre las imágenes y luego las vuelven a cargar etiquetando a las víctimas. En Reino Unido, un abusador usa imágenes de desnudos no consensuadas para controlar a su víctima, mientras un grupo de mujeres es blanco de hackers que roban imágenes íntimas de su almacenamiento en iCloud. Todas estas situaciones caben bajo el paraguas de la expresión “pornovenganza”, aunque lo que se crea así en la fantasía de la mayoría de las personas es la imagen de un ex novio celoso que intenta herir a su ex novia exponiendo su cuerpo, controlando su representación y dañando su reputación. La expresión “pornovenganza” simplifica algo que, en realidad, es un complejo arsenal de daños. En varios contextos, esto llevó a la creación de leyes muy estrechas que se enfocan en la motivación vengativa del perpetrador, en lugar de subrayar la falta de consentimiento de la víctima[6].

 

¿Qué estrategias para erradicar estas violaciones a la intimidad?

Ciertas/os activistas están decididas/os a resolver la difusión no consentida de imágenes íntimas como una cuestión independiente a través de cambios en la legislación y Mariana Valente presenta un detallado informe aquí sobre los riesgos y oportunidades que presenta esta estrategia. Las activistas también militan a favor de una legislación internacional contra DNCII y otros abusos en línea. Después de muchos años de activismo (se puede consultar aquí una síntesis a cargo de Jan Moolman), el informe 2017 de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas reconoce explícitamente que la difusión no consentida de imágenes íntimas constituye una forma de violencia de género en línea.

Algunas/os activistas clasifican la difusión no consentida de imágenes íntimas como parte integrante de una amplia plataforma de “intereses de las mujeres”, sobre todo en los lugares donde hay leyes coloniales más antiguas y/o nueva legislación sobre obscenidad que convierten a las víctimas de DNCII en delincuentes por crear contenidos “inmorales”. En este punto, es estratégicamente importante ubicar a la DNCII en el conjunto de las “cuestiones de derechos de las mujeres” para que las organizaciones feministas locales se la apropien.

‘Aún persiste una actitud de que la pornovenganza es algo autoimpuesto y, por ese motivo, no merece la misma atención que otros asuntos, tales como la herencia de las mujeres. Pero creo que ese enfoque fragmentario no nos ayuda en nuestra lucha. Tenemos que poder combatir las diferentes manifestaciones de discriminación de género en cuanto aparecen, especialmente, estas nuevas formas” – Investigadora, África

Si bien algunos activistas se proponen lograr una reforma de las leyes y regulaciones, otros/as se sitúan más bien como la oposición y consideran que la DNCII es un problema perpetuado por el control estatal y corporativo del ciberespacio. Este grupo practica lo que Mariana Fossatti llama enfoque tecnopolítico: adoptan una voz esencialmente crítica contra todo intento de “arreglar” la difusión no consentida de imágenes íntimas sin poner en cuestión los sistemas subyacentes que la sustentan.

El piloto de imágenes íntimas no consentidas de Facebook es una de esas “soluciones rápidas” que pone a cualquier víctima potencial en estado de alerta: si a alguien le parece que su imagen se ha filtrado a la red sin su consentimiento, tiene que anticiparse a su propia victimización enviándose sus imágenes a Facebook.

Al crear herramientas como ésta, ni siquiera los equipos de seguridad mejor intencionados pueden atender el problema más amplio de desempoderamiento de las víctimas. En este artículo, Joana Varon y Paz Peña ofrecen una lista de los pasos que deberían dar las corporaciones para enfrentar de manera holística la violencia de género en línea. Las soluciones rápidas sólo sirven, inevitablemente, para proteger el valor de las acciones de una plataforma, y no ayuda a las usuarias/os.

‘ Las/os activistas hackean Facebook constantemente y lo usan para promover algo que Facebook no pensaba. Creo que las personas son lo suficientemente valientes, buenas y creativas como para hackear todo tipo de herramientas. Pero tenemos que entender que la herramienta misma es explotadora. El perfil o el algoritmo no tienen por finalidad apoyar la diversidad, o a las minorías’ – Activista, Europa

El aumento de la distribución no consentida de imágenes íntimas ha llevado a que algunas víctimas se hagan oír, mientras otras son silenciadas en una internet de segundo plano. En este entorno de control centralizado, individualismo radical y desigualdad digital, tenemos que conectarnos desde diversos contextos con el fin de promover una internet decolonizada, alternativa y feminista. Ahora es también el momento porque los gobiernos están creando legislación contra el abuso en línea y la actitud de la opinión pública está en sintonía. Se trata de un punto en el que aún falta determinar la responsabilidad de las plataformas por el uso de contenido y de los datos de usuarios/as. En este momento de conmoción, un pequeño cambio de vocabulario podría tener una influencia importante sobre las políticas y las actitudes del público.

 

Nota: Las citas presentadas en este artículo proceden de las entrevistas realizadas para la tesis de maestría de la autora, titulada “Against Revenge Porn: A contemporary history of Thought and Action’ (Contra la pornovenganza: Una historia contemporánea del pensamiento y la acción).[5]

Foto: Unsplash.com

Footnotes

[1]  Investigaciones realizadas en Estados Unidos, Australia, Jamaica, e India indican que tanto hombres como mujeres se ven expuestos a la difusión no consentida de imágenes íntimas, pero las que experimentan los daños más graves son las mujeres – sobre todo, las mujeres jóvenes y solteras.

[2]  Ibid.

[3]   La expresión “violencia en red” figura en un artículo de 2017 de Ganaele Langlois y Andrea Slane titulado ‘Economies of Reputation: The Case of Revenge Porn’.

[4]   En su libro publicado en 2016, Updating to Remain the Same, Wendy Hui Kyong Chun vuelve a postular el uso de la “epistemología del armario” de Eve Sedgwick con el fin de explorar la “lógica de escape” en la que se basa la pornovenganza.

[5] Estas entrevistas (aunque no estas citas en particular) también informaron el artículo de investigación ‘From Non-consensual Pornography to Image-based Sexual Abuse: Charting the Course of a Problem with Many Names’ .(De la pornografía no consentida, al abuso sexual basado en imágenes: mapeo del curso de un problema con varios nombres)

[6]   La influencia que tuvo la expresión “pornovenganza” en los debates legislativos de 2017 se discute en un artículo editado en 2017 por McGlynn y Rackley. Se puede consultar un análisis más amplio sobre la legislación contra la “pornovenganza” en el libro de Henry y Powell, Sexual Violence in a Digital Age, publicado en 2017.

 

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