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Este resumen de caso se basa en un estudio de caso en profundidad realizado como parte del mapeo de experiencias de violencia contra las mujeres relacionada con la tecnología y los intentos de las mujeres de tener acceso a la justicia, ya sea a través de soluciones legales nacionales o de mecanismos corporativos. Los estudios de casos originales de Paquistán fueron documentados por investigadores/as locales de Bytes for All, organización asociada a este proyecto, entre noviembre de 2013 y abril de 2014, y las síntesis fueron preparadas por Richa Kaul Padte.

Palabras clave: acceso a datos privados; falsificación de fotos personales; acoso repetido; amenazas de violencia; divulgación de información privada; comentarios abusivos; daño físico; daño emocional; daño a la reputación; movilidad limitada; censura; invasión de la privacidad; defensoras de derechos humanos; televisión; Facebook; Twitter; YouTube; blog; agresor desconocido; agresor es un grupo de personas; denuncia ante las fuerzas de la ley; diálogo con agresor; abandono de la plataforma; denuncia de abuso en plataforma; plataforma considera innecesario actuar; sin respuesta de la plataforma; edad de la sobreviviente entre 31 y 45.

La historia y la violencia

Baaghi es una mujer de alta clase social y política que vive en Lahore, Paquistán. Trabaja como activista por los derechos humanos y ha aparecido en televisión para hablar sobre numerosos asuntos relativos a la causa que defiende. Varias facciones conservadoras consideran que sus creencias no ortodoxas son “antipaquistaníes”. Como figura pública y famosa, Baaghi tiene una presencia muy activa en las plataformas de las redes sociales y se ve enfrentada a situaciones de violencia relacionada con la tecnología desde 2006. El abanico de la violencia incluye desde amenazas de violación y de muerte, hasta comentarios agresivos que la etiquetan como una mujer de escasa moral. Se produjeron desde imágenes alteradas mediante Photoshop para pegar su rostro al cuerpo de estrellas porno, hasta cuentas falsas a nombre de su hija.

Uno de los incidentes más violentos que enfrentó Baaghi ocurrió en 2012, cuando un blog publicó los documentos personales que ella había presentado ante el Consejo de Educación al presentarse para una maestría. Entre los documentos se encontraba su cédula de identidad, su certificado de matrimonio y todas las direcciones en las que había vivido durante la década previa. El blog instaba a la gente a matar a Baaghi y a su familia donde fuera que los vieran. Justo un mes después de ese incidente, un automóvil pasó al lado de ellos y les disparó tres veces. Baaghi recuerda “El arma estaba a menos de medio metro de mi rostro. Creo que el ataque no estaba dirigido a matarnos, sino sólo a silenciarnos”. Resultó que se trataba de un ataque de motivación política y tenía relación con el blog, vinculado estrechamente a un conocido ultranacionalista que ya había publicado una “lista de blancos” constituida por periodistas y defensores/as de los derechos humanos.

El constante abuso en línea que sufrió Baaghi le provocó una fuerte depresión y un gran temor en relación a la seguridad de su familia. “Tenía pesadillas todo el tiempo en la que esos bastardos me violaban o le hacían daño a mis padres, a mi esposo, o a mi hija, debido a mí. Sigo soñando que le hacen algo a mi hija o que raptan a mi esposo”. Como consecuencia de esta presión, Baaghi no le permite a su hija moverse libremente por la ciudad. Y habla de cómo la violencia la hizo cambiar: “Ahora soy una mujer enojada”, reflexiona. “[Antes] era una mujer muy alegre, divertida, amorosa, de buen humor, me gustaba bailar y cantar. Ahora me siento muy vieja en comparación con como era hace tres o cuatro años. Sigo bailando, cantando y riendo pero algo cambió en mi interior”.

En busca de justicia

Baaghi conocía personalmente al Ministro Federal del Interior, así que le contó que estaba recibiendo amenazas en línea, cada vez peores. El Ministro ordenó que la unidad de la Agencia Federal de Investigación a cargo de ciberacoso le prestara asistencia. Baaghi les brindó información sobre el blog y las amenazas recibidas a través de las redes sociales. Pero como el blog estaba en el Reino Unido, la unidad de ciberacoso anunció que no podía presentar una denuncia legal. Dijeron que podían bloquear el acceso dentro de Paquistán pero lo único que sucedió fue que un proveedor de telecomunicaciones canceló el acceso al blog durante unas pocas semanas.

La unidad de ciberdelitos anunció que se necesitaba una orden judicial para invalidar las políticas de privacidad de las plataformas de las redes sociales y descubrir así quién estaba detrás de los perfiles agresores. Sin embargo, nunca se expidieron dichas órdenes judiciales para ayudar a resolver estos casos. Baaghi hizo su primera denuncia en 2012 y la siguió de cerca hasta fines de 2013 pero, al final, las fuerzas de la ley dejaron de responderle. Más adelante supo que la unidad de ciberdelito estaba esencialmente inactiva y que existía más como una formalidad, sin verdadera existencia en la práctica. Y, aún peor, las fuerzas del orden desconocían las leyes relevantes que podían haberse aplicado en estos casos.

Baaghi era reacia a comparecer ante un tribunal de justicia debido a su percepción de que hay numerosos obstáculos que impiden que las mujeres accedan a la justicia en casos de violencia de género. Ella habla de la existencia de una cultura de la impunidad en lo que se refiere a la violencia contra las mujeres y especialmente cuando se trata de violencia relacionada con la tecnología. Según Baaghi, “el ciberacoso no se considera un delito en sí mismo; se trata como una pequeña incomodidad para las (personas) privilegiadas… De modo que si una mujer privilegiada sufre acoso por internet, se supone [que se trata de algo] inherente al medio – nada grave”.

Baaghi también intentó acercarse a las plataformas de internet en las que estaban ocurriendo las situaciones de abuso. Muchas de sus seguidoras denunciaron la existencia de cuentas agresoras en Twitter pero no se tomó ninguna medida. Luego trató de usar el mecanismo de denuncias de Twitter pero el requisito era que los documentos personales estén en inglés, cosa que Baaghi no tenía. Aún más, Twitter sólo acepta ese tipo de documentos vía fax internacional. Twitter tiene malas políticas en relación a la suplantación de identidad, de modo que Baaghi debía usar la misma imagen que el impostor y eso fue contraproducente, dado que había más de una cuenta falsa.

La mayor parte de las agresiones que recibe Baaghi en Facebook son en urdu. Facebook no acepta traducciones y sostiene que no pude suspender una cuenta si no entiende el significado de lo que está escrito. Esto plantea algunas preguntas clave para las mujeres en relación a cómo denunciar situaciones de violencia en plataformas internacionales en diferentes lenguas.

Más allá de su denuncia ante la FIA, Baaghi y su esposo denunciaron el tiroteo a la policía, pero tampoco se registraron grandes progresos en este caso. De hecho, el único testigo ocular apareció muerto en condiciones misteriosas poco tiempo después de la denuncia del incidente.

Encontrar el camino

Cuando la violencia en línea llegó a su punto máximo, lo primero que hizo Baaghi fue cerrar sus cuentas de Facebook y Twitter, así como las de su hija. Cuando por fin volvió a usar esas plataformas, se dedicó a enviar contenidos pero no revisaba sus mensajes. Baaghi trató de acabar con la violencia de varias otras formas. Cuando sucedió que lo que ella describe como “una cuenta de Twitter tipo talibán” la amenazó con violarla y matarla, le pidió ayuda a un amigo integrante de un partido político que tenía una unidad activa en las redes sociales. El partido logró que se suspendiera por tres días a la cuenta agresora. Baaghi logró tener diálogos fuera de línea con algunos de sus agresores. También intentó conseguir una cuenta verificada en Twitter pero este rechazó en repetidas ocasiones su petición alegando no tener más cuentas verificadas disponibles.

Actualmente, las estrategias que Baaghi utiliza más a menudo consisten en el bloqueo y un determinado grado de autocensura. Tiene más de 40.000 cuentas en la lista de direcciones bloqueadas y aprecia mucho las nuevas normas de Twitter, según las cuales las personas cuyas cuentas han sido bloqueadas ya no pueden ver lo que tuiteas. Y si bien sigue manteniendo sus ideas y opiniones, al compartirlos en las redes sociales ya no nombra a las personas.

Lee todos los materiales de la investigación De la impunidad a la justicia: explorando soluciones corporativas y legales para la violencia contra las mujeres relacionada con la tecnología

Este estudio de caso forma parte del proyecto “Basta de violencia: derechos de las mujeres y seguridad en línea” de APC, financiado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Holanda (DGIS), y en base a una fuerte alianza con socios de siete países: Bosnia y Herzegovina, Colombia, República Democrática de Congo, Kenia, México, Paquistán y Filipinas.

Year of publication

2014

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