Por acceso e inclusión en la sociedad de la información y el conocimiento


Anita aprendió a utilizar el teléfono celular rápidamente. Nunca había visto un dispositivo similar, pero sabía lo importante que era que su aldea fuera elegida para desarrollar un proyecto como este. Había sido capacitada para ser una de las “damas del celular”, o sea una de las mujeres que con el celular en la mano recibiría las consultas y preguntas de los vecinos, de los encargados de las organizaciones, de las mujeres, de los estudiantes, para hacerlas llegar rápidamente al centro de datos con una llamada de su celular. La respuesta no tardaría en llegar, solucionando así muchos de los problemas e impedimentos que se les presentan a los aldeanos por no contar con la información adecuada.


Anita es parte de un equipo de mujeres que han sido contratadas en la aldea para llevar adelante este proyecto. Los usuarios de este sistema de comunicación pagan por las consultas, quedando un porcentaje para las “damas del celular”. Pero no sólo los ingresos económicos son importantes. El servicio que estas mujeres prestan a la comunidad son altamente valorados en la aldea, elevando su condición social y su prestigio. Además, dominar esta nueva tecnología de la información y la comunicación no sólo les ha ayudado a aumentar sus conocimientos, sino que les permite desarrollar nuevas aptitudes laborales.


Las “damas del celular” viven en lejanas aldeas en Bangladesh. Allí, la mayor parte de la población es analfabeta y el proyecto en el que trabajan tiene como objetivo emponderar a los miembros de estas comunidades rurales facilitando su acceso a la información. La Línea de Ayuda para los Pobres y Marginados, tal el nombre del proyecto, recibió el Premio 2005 de Género y Tecnologías de la Información y la Comunicación. Este premio es otorgado cada dos años por la organización Global Knowledge Partnership (GKP) y el Programa de apoyo a las redes de mujeres de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (PARM de APC).


¿Qué tiene que ver este proyecto con la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (CMSI)? ¿De qué manera se benefician personas como los y las habitantes de las aldeas de Bangladesh de las discusiones que durante cinco años se desarrollaron en el ámbito de Naciones Unidas sobre la construcción y el desarrollo de la sociedad de la información? ¿Tuvo sentido que durante estos cinco años las organizaciones de la sociedad civil activas en el proceso de la CMSI lucharan tanto por los derechos a la comunicación, por la inclusión digital, por considerar a la infraestructura de Internet y del ciberespacio como “un bien común perteneciente a toda la humanidad”? ¿Es necesario continuar insistiendo en que el avance de las TIC en los países en desarrollo y en los países más pobres necesita del sostén del financiamiento internacional porque quedar excluidos del acceso a la información y a la comunicación significa más pobreza y mayor marginación?


Los documentos que resultaron de las dos etapas de la CMSI no son perfectos. La Declaración de Principios de Ginebra (2003) y el Compromiso de Túnez (2005) recogen con bastante amplitud muchas de las demandas planteadas por la sociedad civil. El Plan de Acción de Ginebra (2003) y la Agenda de Túnez para la Sociedad de la Información (2005) no logran convertir en acciones concretas los compromisos asumidos en las declaraciones.


A esto se agrega que los gobiernos de las naciones desarrolladas no llegaron a ningún acuerdo para apoyar la financiación de avances tecnológicos en los países más pobres. Decidieron que sólo debían existir contribuciones “voluntarias”. Hablar de voluntarismo en un sistema económico que todo lo convierte en mercancía es poco creíble. Debido a estos resultados, hay un marcado escepticismo a lo que pueda lograrse en el Foro para la Gobernanza de Internet que la CMSI acaba de crear y que tendrá su primer reunión a mediados de 2006.


Cuando las mujeres decidieron involucrarse activamente en el proceso de la CMSI y crear el Caucus de Género para poder intervenir en las discusiones con reglas de juego claras, tuvieron en cuenta situaciones como las que se viven en las aldeas de Bangladesh y que se repiten incansablemente en todo el mundo. Las TIC no van a cambiar mágicamente las condiciones de marginación ni de pobreza, pero sí pueden ser herramientas válidas para comenzar a encontrar soluciones viables y para que las personas comiencen a valorarse y a ser valoradas por otras al apropiarse de la tecnología para acceder al conocimiento y compartirlo con su comunidad.


Las mujeres que trabajaron en el marco de la CMSI tenían claro que la brecha digital, al igual que la brecha de género, tiene sus orígenes en cuestiones de poder, de distribución de las riquezas y de los conocimientos, y en otras brechas políticas, económicas, sociales y culturales que marginan y provocan discriminación.


Luchar por los derechos a la comunicación de las mujeres en esta sociedad de la información y del conocimiento implica sostener que las mujeres tienen el derecho a participar en todo el proceso de creación, desarrollo e implementación de las TIC. Para ello deben poder ejercer su derecho a una educación adecuada, al acceso a la ciencia y a la tecnología con igualdad de oportunidades y equidad, sin discriminaciones, como también a las financiaciones de los proyectos, y a tomar parte en la decisiones sobre las políticas a implementar en el ámbito de las TIC con el fin de que mujeres y hombres disfruten por igual de los beneficios de estos nuevos desarrollos.

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