Es la tercera vez que participo en el Foro de gobernanza de internet (FGI) y nunca esperé que ocurriera nada demasiado extraordinario. Me sentí parte de una banda de mujeres festivas con una red pequeña, pero real de aliados y patrocinadores en un espacio nebuloso de representantes de gobierno, empresas, diversas ONG y los y las responsables de políticas. Quiero decir que hay que convencer a esa gente de que ser activista por los derechos de las mujeres y los derechos sexuales en un entorno donde la “regulación de contenidos” tiende a ser demasiado fácilmente igualada a “protección infantil”, es una tarea complicada.


Sin embargo, el programa de mujeres de APC ha trabajado tenazmente para resolver estos problemas. Fue en el FGI de Hyderabad, en 2008, cuando Jac y Chat nos hablaron por primera vez a Manjima y a mí de formar parte del proyecto EROTICS (Investigación exploratoria sobre la sexualidad y las TIC). Y ahora que han pasado dos años, parece que el estudio de cinco países se ha convertido en una base sólida desde la que hablar sobre los derechos e inquietudes de usuarios y usuarias marginados/as. Sin embargo, hasta este momento en el que recién se puede realmente hablar sobre EROTICS en un foro público, nunca estuve del todo segura de cómo le llegarían los resultados encontrados a un público general. Nunca me imaginé que alguien del gobierno, la industria o el comercio quisiera escuchar lo que tenemos para decir.


Así que pensé que quizá fuera el momento de revisar mis expectativas antes de encontrarme con dos representantes de Registro ICM y la Fundación Internacional para la Responsabilidad en Línea durante la sesión de ayer sobre derechos sexuales, apertura y sistemas regulatorios. ICM Registry pasó los últimos nueve años presionando a ICANN para conseguir el dominio genérico de alto nivel (gTLD) .xxx. ICM se ocuparía de los aspectos técnicos de registrar un dominio .xxx e IFFOR, de desarrollar las reglas y lineamientos de uso.


Nos entregaron sus tarjetas con .XXX en letras bien grandes. Los observé durante un buen rato. Qué posibilidades habrá de que las personas que se encuentran en el epicentro del debate sobre la regulación en línea se involucre con activistas por los derechos de las mujeres en una misma sala? Supongo que este es el tipo de situación extraña que sólo puede ocurrir en el FGI.

El sitio .xxx gTLD, dice ICM, será utilizado principalmente por y para la industria del entretenimiento para adultos, y con el fin de permitir el acceso a servicios y contenidos sexuales de adultos en internet. Al dominio .xxx se le hacen muchas críticas. Como dijo Clarissa Smith en el panel de ayer, no se le hace un juicio a un/a empleado/a por hacer horas de sudokus en línea, pero un rápido vistazo a algún dominio .xxx desde el trabajo puede ser el fin. Además, registrar todos los contenidos sexuales en un dominio .xxx puede facilitar el filtrado de los mismos, pero complica el proceso de asignación de dominio a un contenido o servicio sexual determinado. El dominio .xxx puede convertirse en una forma de etiquetar: ¿qué tipo de contenidos o servicios se consideran “sexo explícito”? ¿Están incluidos los sitios de salud sexual gay y lesbiana? ¿Qué pasa con los sitios de swingers heterosexuales? ¿¿Y con la educación sexual? ¿O con un sitio sobre la imaginería sexual en el arte? Es posible que .xxx desate nuevas iteraciones de viejos conflictos, generando acuerdos apurados y poco felices.


Lo interesante fue ver cómo los dos caballeros de ICM se dedicaban a alabar efusivamente nuestra investigación y la de Clarissa sobre la pornografía. El representante de IFFOR parecía listo a tirarnos dinero a todas para producir más investigación de apoyo a la pornografía y el derecho de las personas de acceder a una variedad de contenidos en línea. Ahora, por un lado, claro que es importante que haya más investigación sobre estos temas pero no es seguro que sea deseable aceptar dinero de una empresa que tiene intereses creados tan evidentes en una investigación así. El representante de IFFOR dijo que la Fundación recibiría dinero inicial de ICM Registry y quienes lo apoyan (¿la industria pornográfica?), pero que funcionaría de hecho como una entidad independiente que reúne “expertos/as” como nosotras a fin de desarrollar lineamientos de cómo manejar los dominios .xxx. Con mucho cinismo, pienso en la excitación que les daría descubrir una red entera de investigadores e investigadoras de Gran Bretaña dedicada a llevar a cabo estudios sobre cómo recibe el público la pornografía y en qué medida se sienten presionados/as a realizar una “gran investigación" desde los estudios culturales y recepción, así como un análisis de la pornografía, o la industria pornográfica, desde el punto de vista político-económico.


Hubo un momento en la sesión de ayer en el que un compatriota indio, presidente de la asociación de PSI y de la asociación de propietarios/as de cibercafés, se levantó para tirar viejos dardos conocidos y cansados relativos a los valores culturales indios y decir cómo los está destruyendo el acceso irrestricto (en su opinión) a contenidos sexuales en internet. Según él la “verdadera brecha digital” está entre los diversos sectores de la sociedad india (aclaración a los lectores y lectoras que no son de India: “mentalidad abierta” equivale, para una persona india, a corrupción moral, a “occidentalización”) y es fundamental “proteger” a la cultura y aplacar a los grupos conservadores de nuestra sociedad, además de defender a los niños y niñas, que se verán muy afectados por la proliferación de pornografía en línea.


Tuve que responder, claro, así que traté de introducir datos de nuestra investigación de Erotics India que ponen en cuestión cierta noción particular y cariñosa de la inocencia sexual de la esposa/madre/niña/ciudadana india. Le dije que los indios son alegres proveedores y productores de pornografía; que la juventud busca adrenalina y riesgo sexual en línea y que están desarrollando estrategias para proteger su seguridad en internet; que quienes estamos en las zonas urbanas de India estamos relativamente articulados/as en cuanto a nuestros deseos de contenidos eróticos/sexuales pero igual no sabemos cómo hablar, educar y proteger a nuestros hijos e hijas de esos mismos contenidos. Le dije que no debería viajar por el mundo difundiendo su versión de la cultura india y el uso de internet que se hace en nuestro país ya que carecemos de pruebas y datos sólidos (y los estudios cuantitativos básicos de IAMAI sobre el uso de internet NO son suficientes).


Mientras le hablaba al representante de IFFOR me daba cuenta de que le gustaba lo que estaba diciendo, era evidente. (Me pregunto si brillaron sus ojos al googlear rápidamente el tamaño potencial del mercado indio de internet). Se mostró entusiasta en cuanto a alianzas potenciales con académicos/as y ONG para el tema de la censura en línea. Un grupo como ICM podría ser un aliado inesperado en el debate sobre regulación de contenidos en espacios como el FGI y sería interesante saber más sobre sus experiencias y perspectivas sobre cómo lidiar con moralidades tan delicadas (y sin embargo, tan fuertes). Voy a buscarlos para hablar un poco más con ellos, quizá incluso entrevistarlos para GenderIT.org. Me interesaría sobremanera saber qué piensan de la censura a nivel mundial y de los lobbies de protección infantil en Estados Unidos. ¿Cómo resuelven y cómo se reconcilian con las imágenes y las connotaciones de violencia en la pornografía? Siempre tuve curiosidad sobre la moralidad personal de las personas que trabajan en la industria sexual.


Así que sigan en este espacio.

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