Cuando las mujeres alzamos la voz, el mundo tiembla; la sociedad patriarcal se incomoda y, peor aún, contra-ataca. Cuando se usa la palabra para sacar las violencias del ámbito privado, esa embestida viene caracterizada, entre otras cosas, de cuestionamientos. Si esa expresión habita en redes sociales, también se arremete contra el anonimato y nuestras libertades en internet, nuestro nuevo espacio público que estamos dispuestas a defender.

¿Qué deja al descubierto que cientos de mujeres denunciaran a sus agresores a través del #MeTooMx? ¿Por qué se demanda a quienes alzaron la voz renunciar a su anonimato y confidencialidad? ¿Por qué las mujeres aún tenemos que denunciar de forma anónima? ¿Por qué elegimos hacerlo a través de las redes sociales? ¿Qué signfica reparación del daño y justicia para cada una de nosotras?

Muchos de los debates y preguntas que se desprenden del movimiento que está marcando un hito en el feminismo mexicano ponen en jaque al anonimato.

 

Anonimato, una herramienta contra las violencias machistas

Las conversaciones alrededor de los HashTags permiten compartir historias de violencia, en las que muchas otras se ven reflejadas, se reconocen o identifican. El éxito del hashtag radica en dos cosas fundamentales; por un lado la valentía de cientos de mujeres que cuentan sus historias, e inspiran a otras para no quedarse calladas, y por el otro la posibilidad de que el anonimato y la confidencialidad acompañen los relatos.

Tras ser denunciados, algunos se justifican diciendo que “es una cacería de brujas por parte de las feminazis”, hay quienes lo reducen a un acto de venganza y rencor, a un linchamiento social en redes, sin considerar que el poder enunciar las violencias no es fácil, reconocerse como  objeto de abuso y poner nombre y apellido a los agresores es un acto de liberación y valentía. Al mismo tiempo es un acto que puede costar el trabajo, la permanencia en una escuela, o colocarnos en más riesgo de futuras agresiones.

Gisela Pérez de Acha, abogada feminista y especialista en derecho de internet y libertad de expresión, y Martha Tudón, coordinadora de Derechos Digitales de la oficina para México de Article 19, coinciden en que denunciar desde la confidencialidad es indispensable en un contexto social marcado por una dinámica desigual, que no privilegia la voz de las mujeres.

Como mujeres -enfatiza Martha- somos perseguidas, estigmatizadas, victimizadas. Al mismo tiempo que los aparatos de justicia no dan solución, ni reparación al daño sufrido. Esa es la realidad en México cuando se habla de violencia contra las mujeres, pues es un país en donde las agresiones son normalizadas.

En ese sentido, el anonimato en las denuncias permite que mujeres puedan aportar, expresar lo que está pasando, sacarlo del silencio, que ellas mismas se den voz y ponerle nombre al problema, no esconderlo. Lo que habilita dos cosas: el derecho individual de expresarse sobre las cosas que les han pasado y las demandas que ellas tienen para que las cosas no sigan

“El anonimato empodera a aquellas persona que están en una mayor vulnerabilidad en la sociedad, en el mundo, entonces en este caso en México las mujeres intrínsecamente caminamos con miedo, sabemos que es muy probable que por ser mujer te puede pasar algo. Estamos en una posición de mayor riesgo y vulnerabilidad y obvio el anonimato nos da una herramienta para poder expresarnos”.

Gisela y Martha coinciden en que el debate no se debe centrar en la credibilidad o lo comprobable de las denuncias, pues eso corresponde a otras instancias (judiciales) o sectores (medios de comunicación) y se debe reparar en lo que ha permitido el anonimato: la posibilidad de “sacar de lo oscurito” las agresiones que se viven a diario

Dominemos la Tecnología, proyecto de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones ya señala que la importancia del anonimato y la privacidad en el caso de víctimas de violencia, radica en que estas herramientas “ayudan a las mujeres a protegerse, encontrar recursos cuando se enfrentan a situaciones de violencia, integrarse a una comunidad cuando se encuentran aisladas, protestar contra la represión y conseguir información sobre problemas de salud delicados. Cuando enfrentan violencia, puede ser que las mujeres no se animen a denunciar abiertamente la situación si no se les garantiza privacidad durante y después del proceso relativo a su caso”.

 

Anonimato es un derecho, punto

Decir que el anonimato es un derecho, no es una afirmación producto de esta discusión, si no un derecho que ha sido nombrado incluso por  David Kaye, el relator de libertad de expresión de la ONU, explica Gisela Pérez de Acha.

“El anonimato se usa por personas queer que quieren explorar su sexualidad en línea, por activistas que quieren denunciar al gobierno pero temen a la represalias y por mujeres que quieren alzar la voz y contar sus historias de violencia. Sería ridículo y tremendamente costoso para el derecho a la libertad de expresión tratar de imponer a las mujeres que solo pudiéramos tuitear si tenemos pruebas de lo que tuiteamos”.

Martha Tudón abunda que el anonimato es un derecho humano en el sentido  que habilita, de cierta manera, el derecho a la libertad de expresión y el derecho a la información en el entorno digital.

Basta con pensar en las mujeres que viven en contextos altamente restrictivos y que desde el anonimato buscan información sobre sexualidad, sobre cómo provocar un aborto o cuál es el centro de salud más cercano, o en algunos casos quienes quieren saber cómo iniciar un proceso de divorcio.

El anonimato es muy útil porque habilita a las personas a ejercer otros tipos de derechos humanos como la salud, la educación y la cultura. Los derechos inmediatamente habilitados en internet son derecho a la información y libertad de expresión, y a partir de estos, se habilitan los otros tres: derecho a la salud, educación y cultura, agrega la abogada.

Además, en este caso, es parte de su Derecho Humano a contar lo que está pasando en sus propios términos y no en los términos que al resto de la sociedad le gustaría, lo están narrando  en los términos en los que ellas se sienten cómodas dado el contexto de inseguridad, machismo e injusticia.

Por ello o es posible limitar el ejercicio de los derechos humanos dependiendo de quién los esté utilizando. No se puede limitar el derecho del anonimato de las mujeres de denunciar porque no les es conveniente a los hombres que lo utilicen”.

 

Herramienta histórica

Históricamente la voz de las minorías y de las poblaciones en condiciones de vulnerabilidad, como las mujeres, han sido sistemáticamente silenciadas y violentadas. Muchas de estas minorías han logrado revirar ese silencio desde el anonimato.

Pérez de Acha recuerda que en la primavera árabe, pre-fakenews, el anonimato fue una herramienta poderosa para poder denunciar a los gobiernos en anonimato e internet, y  todo lo que eso implicó en las plataformas de redes sociales.

También es necesario recordar el caso de Phineas Fisher, quien en 2015 liberó más de 400 gigabytes de información del  Hacking Team, para Gisela éste fue un gran servicio a la sociedad “porque nos dimos cuenta de toda esa economía capitalista de la vigilancia individualizada y que luego también nos permitió, o bueno, expuso miles de archivos de cómo Hacking Team operaba en países autoritarios incluyendo México. De ahí nos dimos cuenta que casi todo Latinoamérica estaba involucrado en esas actividades, y además, eso llevó a que viéramos cómo funcionaba este conjunto”.

 

Twitter, sólo un intermediario

Tanto el #MeTooMx, como conversaciones previas desde #MiPrimerAcoso, #24A, o  #SiMeMatan, se tratan de mujeres accediendo a las redes sociales para decir ¡Ya basta!, es acerca de ejercer el derecho a la libertad de expresión para decir que la violencia no es normal, es nombrar y visibilizar que “no es normal que nos maten por salir de noche, o por salir con minifalda”.

Pero si bien, estas plataformas posibilitan que las mujeres narremos los abusos de poder, no debemos dejar de ver que “Twitter no es un juicio, y no es un medio de comunicación”, enfatiza Gisela Pérez de Acha, al también aclarar que empezamos por los hashtags, sin necesariamente contar con los mecanismos institucionales apropiados para verificar esa información y que entonces se de el cambio cultural que elimine esas violencias.

“Twitter es una esfera pública, entonces prácticamente ahí podemos decir lo que se nos pegue la gana, mientras no sea incitar a la violencia en contra de alguna población vulnerable porque eso sería discurso de odio y es un delito”, además de que podría violentar las reglas de la red social.  

El periodismo -considera Gisela- puede, y debe, ser un buen contrapeso este sistema de justicia deficiente. “El deber de los medios de comunicación, que sí tienen la obligación ética y legal de verificar sus afirmaciones, es agarrar ciertas historias y subirles el perfil, como ocurrió en Estados Unidos (país donde comenzó el movimiento #MeToo) en donde  el New York Times tomó nueve meses en investigar el caso de Harvey Weinstein y probar que las denuncias eran reales.

Utilizar el Hashtag #MeTooMx sólo es el punto de arranque de una serie de cambios que deben ocurrir para que las mujeres, además de gozar de su derecho a la privacidad, confidencialidad y anonimato, puedan disfrutar su derecho a vivir libres de violencias.

 

 

Publicado en Luchadoras

 

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