Image: Karla Velasco for GenderIT.org
Mirando hacia atrás, anécdotas de la construcción de un movimiento
Esta semana, la 80.ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGA80) convocó una reunión de alto nivel centrada en el tema “Renovar el compromiso, dotar de recursos y acelerar la aplicación de la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas”. Esta reunión reflexionará sobre los avances logrados desde la histórica Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijijng en 1995 y pondrá de relieve los logros, las mejores prácticas, las deficiencias y los retos actuales en la promoción de la igualdad de género en todo el mundo, una prioridad transversal reafirmada a lo largo del Pacto por el Futuro.[1]
Siendo parte de la generación millenial, crecí escuchando historias sobre cómo este enorme acontecimiento influenció la vida de las mujeres de todo el mundo. Quien ponga sus manos y su mirada en la Plataforma de Acción de Beijing puede darse cuenta de lo avanzada que estaba la agenda incluso en esos tiempos. Una puede valorar el compromiso de cientos de mujeres para haber estado presentes en ese espacio y haber mobilizado a países a que redactaran y se comprometieran a un texto que todavía sigue siendo vigente.
Treinta años después vemos hacia atrás, observando todo lo logrado y aprendido. Las cosas están lejos de ser perfectas; estamos empezando a sufrir un retroceso en materia de equidad de género y reconocimiento de los derechos humanos, a medida que las narrativas de movimientos de oposición se han fortalecido y están ganando terreno. Aunque la Plataforma de Acción se redactó en un mundo de posguerra, las prácticas coloniales han encontrado nuevas formas de explotación que alimentan el capitalismo neoliberal así como los grupos antigénero promueven valores tradicionales patriarcales. El autoritarismo ha encontrado nuevas formas de manifestarse: las plataformas de redes sociales y las grandes empresas tecnológicas se han abierto camino para dictar su propia soberanía. Algunas de ellas, al convertirse en dictaduras digitales y, como sistemas tecnofeudales, controlan los datos y limitan nuestro acceso a la información. Monetizan los contenidos y se enriquecen mediante la proliferación de la desinformación, la propaganda y el discurso de odio.
No son tiempos sencillos ni pacíficos. No obstante, siendo una realista optimista, parte de no perder la esperanza y encontrar espacios de inspiración y refugio para mí ha consistido en mirar hacia atrás, celebrar lo logrado y evaluar lo aprendido. Hay tantas personas antes de nosotrxs que nos han podido abrir camino a quienes venimos y, sin embargo, son limitados los espacios donde podemos tener encuentros cercanos, solidarios y de cuidado; diálogos intergeneracionales que no estén sujetos a una agenda o estructura rígida de conferencias, eventos o foros.
El año 2024 fue un año en el que comenzaron las reflexiones para la revisión del 30º aniversario de la Plataforma de Acción. Los movimientos feministas organizaron varias sesiones en distintos espacios. Uno de los espacios que más recuerdo fue una sesión titulada “Seamos realistas” en el foro AWID 2024. Con el mismo objetivo que el título, la sesión tuvo un formato de diálogo intergeneracional y contribuyó a que las personas físicamente presentes representaran a diferentes generaciones, lo que promovió un debate muy enriquecedor y reflexivo.
Charlotte Bunch, ponente que representó a la generación que había estado presente en Beijing en 1995, explicaba que la conferencia fue una oportunidad para abordar temas de derechos de mujeres de manera comprehensiva como nunca antes se había hecho. Bunch hizo memoria de Nairobi donde se organizó una reunión en el campus de la Universidad y de manera sopresiva, asistieron mujeres de todas las regiones del mundo, sin ningún apoyo económico, todas interesadas y comprometidas en los derechos de las mujeres.
En Beijing, la manera de conectar y de mantenerse en comunicación fue más fácil gracias a un elemento que era nuevo en ese momento: el internet y el correo electrónico. Charlotte Bunch compartió la anécdota sobre cómo el Women’s Networking Supporting Programme de APC tenía un espacio para capacitar en términos de acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).
Lo que sigue, es parte de la historia de APC — la organización en la que actualmente trabajo. El internet fue un catalizador de cambio, un impulso para la construcción del movimiento feminista durante las siguientes generaciones. Hasta la fecha conozco y admiro a varias de las mujeres y personas queer que estuvieron ahí presentes y que continúan siendo parte de la lucha.
Treinta años después, ¿qué aprendimos?
“Treinta años de activismo y estamos cansadas de mantenernos firmes y estar a la defensiva”, mencionó Sivananthi Thanenthiran, de ARROW, mientras varias activistas presentes asentían con la cabeza, compartiendo el sentimiento. Siva expresó como siempre estamos a la defensiva y nunca podemos estar un paso adelante, planeando con antelación. No somos parte activa de los grupos que crean las agendas políticas, no somos incluídxs en esos espacios. Si nos ofrecen lo mínimo, lo básico de nuestras peticiones, lo aceptamos. Y usualmente no atienden las peticiones, nos dan migajas con las que nos debemos de conformar. Deberíamos aspirar a centrar la lucha a ocupar y tomar espacios de decisión, tener el poder de definir agendas.
Sí, Beijing fue útil como plataforma en la década de los años 90. Fue efectiva para poder iniciar un trabajo en conjunto con cada gobierno, todo esto, antes del internet y durante su despliegue inicial. La tecnología ha influenciado profundamente al movimiento. Si bien antes, teníamos días para comunicar mensajes, hoy son segundos los que tenemos para procesar la información, tener una postura política y tomar decisiones.
El capitalismo de mercado, la aceleración de las comunicaciones, las plataformas digitales, el neo-colonialismo: todo ha afectado el sistema en donde el movimiento busca espacios para consolidarse y comunicarse. Mientras las feministas que vivieron Beijing, compartían sus conocimientos y aprendizajes a quienes siguieron su camino en la década de los 2000 con más tiempo de decisión y reflexión, promoviendo cambios incrementales paso a paso, ahora se ven presionadas por las feministas millenials, como yo, o generación Z que buscan cambios radicales, efectivos e inmediatos. La agenda misma en espacios de Naciones Unidas todavía se piensa y se define bajo la idea de buscar cambios incrementales, cuando las nuevas generaciones traen ideas y solicitudes que se visualizan como radicales.
Asimismo, Siva compartió cómo el movimiento feminista se fue fragmentando gradualmente. Aunque había representación, faltaban muchas voces. Los marcos internacionales no se adaptaron al pos-colonialismo, al racismo o la discriminación. En la Conferencia de Río de Janeiro sobre Desarrollo Sostenible de 2012, hubo feministas que se alejaron debido al descontento. Lo mismo ocurrió en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (CIPD) de 2021. Y mientras esto sucedía, se perdieron voces vitales e importantes, y dejaron de estar informadas sobre lo que estaba ocurriendo.
El capitalismo también ha cooptado al movimiento, haciéndolo más performativo. Si bien inicialmente las bases de solidaridad y apoyo mutuo eran los cimientos de las activistas, en los últimos años el capitalismo ha posicionado al feminismo como una tendencia, con la etiqueta de “girl power” y promoviendo la fragmentación del movimiento. El feminismo del norte global se convirtió en un negocio rentable, y para quienes estamos en el movimiento feminista global hemos alcanzado un punto cómodo de poder al que no buscamos renunciar.
Generaciones recientes, frustradas y angustiadas por el futuro
Y ahora estamos millenials como yo, en búsqueda de cambios radicales y profundos en la sociedad y al mismo tiempo estando frustrades y angustiades. El activismo a través de redes sociales nos define. El uso que le damos a las tecnologías va más allá de acceso a la información; tenemos una identidad digital. Encontramos a nuestras amistades y creamos redes dentro de la internet, utilizamos las redes sociales para alzar y amplificar nuestras voces, hablamos abiertamente sobre salud mental, iniciamos el debate sobre el acoso sexual a través de un hashtag... Hemos tenido acceso a la información que en otros tiempos no era posible tener. Y al mismo tiempo, nuestros cerebros activistas van a mil por hora. ¿Cuál es nuestro propósito? El mundo se acaba, ¿cómo podemos sostener espacios,involucrar más voces?
¿Cómo accedemos al poder? ¿Cómo lo re-distribuimos? ¿Cómo enfrentamos a las dictaduras de poder: a nuestros gobiernos, los actores anti-derechos y fundamentalistas, las corporaciones, las empresas tecnológicas? ¿Cómo paramos el tiempo, lo detenemos o lo pausamos? ¿Cómo trabajamos estas heridas que son herencia de generaciones pasadas? ¿Qué hacemos con esta responsabilidad que tenemos? ¿Qué hacemos con el enojo, la furia, la frustración, la tristeza?
¿Siguen siendo relevantes los espacios multilaterales? ¿De qué sirven las Naciones Unidas si no hay un cambio visible? ¿Si la gente sigue muriendo de hambre, de guerra, de violencia? ¿Si las desigualdades, discriminaciones y violencias sistémicas se siguen perpetuando,vale la pena luchar?
Hablando con activistas de mi generación, más allá de financiamiento para eventos y sesiones de hora y media parecería que serían más útiles espacios de terapia colectiva, diálogos sostenidos y pausados, espacios de descarga, de cuidado y de furia colectiva. Inclusive espacios de creatividad y arte.
Y aquí es donde durante la sesión de AWID, Nino Ugrekhelidze de Dalan Fund, mencionó la relevancia de reconectar con las narrativas pasadas. Porque las luchas tienen un pasado, un presente y un futuro. Son interminables, no lineales. Y sobre todo, olvidamos que muchas luchas son “políticamente incorrectas”. Rebeldes y tiernas. Porque algo que nos han quitado la inmediatez y el capitalismo no es sólo la dignidad humana, sino también la solidaridad. Monetizan, le ponen precio a nuestras acciones y pensamientos. No obstante, nuestra dignidad, la solidaridad, el cariño, la empatía y la ternura no tienen precio. Esas no se compran. No somos como ellos.
Cuando las corporaciones intentan monetizar nuestro odio, nuestros pensamientos violentos o la violencia que ejercen otros sobre nosotres, la empatía, la solidaridad y el amor se convierten en acciones de rebeldía y la resistencia. El reconocer el valor no monetario de nuestra dignidad, de nuestro valor humano como personas, el reconocimiento y respeto mutuo hacia nosotres y por nosotres será nuestra más grande fortaleza.
Visualizando un futuro, juntes
Más allá de este discurso motivacional que motivó a lxs participantes de la sesión, lo que se definió como acciones concretas para visualizar un futuro juntes, se puede resumir en lo siguiente (con algunas adiciones mías):
Lo primero, son múltiples espacios intergeneracionales de activistxs y defensorxs, de todos los contextos y todos los rincones del mundo, en todas las lenguas y en todas sus diversidades e interseccionalidades que no tengan la necesidad de cubir agendas en específico o que puedan salirse de los formatos convencionales de conferencias o foros.
Lo segundo, tenemos que demandar espacios de derechos humanos internacionales fuera del norte global. Descentralicemos el poder más allá de Nueva York, Ginebra, La Haya. El compromiso hacia una verdadera representatividad de voces, luchas, historias en los espacios de poder, tiene que ir con el compromiso de poder explorar nuevas sedes que sean accesibles para todes, para que nuestra participación no sea limitada por discriminación, racismo, procesos migratorios o limitantes económicos. Los espacios de poder también tienen que salir de su zona de confort y acercase a los contextos más alejados de ellos.
En tercer lugar, sí o sí debemos encontrar la manera de organizarnos mejor entre movimientos sociales y de justicia para estudiar detalladamente a aquellos movimientos de oposición que no reconocen nuestras existencias y que nos oprimen. Nos centramos en agendas de derechos humanos, de género, de medio ambiente y de justicia social, climática, laboral y económica cuando las instituciones que nos oprimen operan desde la guerra, la traición y el despojo. Parte del trabajo que queda pendiente deberá centrarse en coordinar nuestras agendas y estudiar estrategias de guerra, teoría de juegos; pensar como el enemigo, anticipar sus tácticas y desmantelar espacios desde todas las trincheras.
Cuarto, así como será importante estudiar al enemigo, será igual de importante el fortalecer nuestras redes de apoyo. La mirada ha sido global mucho tiempo, y puede continuar siéndolo, pero no perdamos la oportunidad de conectar con personas activistas de nuestros mismos países y de nuestras mismas regiones. Para fortalecer nuestros espacios de contención y resistencia, debemos desglobalizar la mirada: comprender las agendas nacionales, dialogar sobre valores que nos rodean en nuestro entorno cercano, con nuestrxs hermanxs regionales de países vecinos que probablemente están viviendo situaciones similares a las nuestras en cuanto a violencia, despojo de territorio, autoritarismo o crisis.
Quinto, salgamos y dejemos atrás el lenguaje de “desarrollo”. ¿Desarrollo de quién? ¿Para quiénes? ¿Quién lo define? ¿Bajo qué metodología? ¿Bajo qué metricas? Definamos nuestros propios contextos, cuestionemos las formas de pensar impuestas. El lenguaje internacional basado en desarrollo tiene que cambiar y ajustarse a las perspectivas y necesidades de lxs más oprimidxs por este sistema colonial, capitalista. Sólo verdaderamente desmantelando los aparatos de poder extractivos y coloniales se podrá dar fin a muchas de las desigualdades, carencias, despojos y discriminación sistémica que vive gran parte del mundo.
Finalemente, los archivos (libres y autogestionados) son resistencia. Hemos fallado en construir memoria colectiva. La rueda no se está reinventando. El conocimiento de generaciones pasadas es poderoso, guardémoslo y protejámoslo. El fascismo en todas sus formas siempre buscará borrar la historia.
Algo sabemos de todo esto, y es que las respuestas no vendrán de un “desarrollado” norte global, y eso, en mi opinión, ya es una ganancia y beneficio para todes.
Footnotes
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