Representación artística de dos cuerpos humanos junto a una burbuja con frases.

Me recuerda a aquella frase por entonces radical, “los derechos de las mujeres son derechos humanos”. Cuando las mujeres se pusieron de pie en Beijing hace más de 20 años, se atrevieron a hablar de una multiplicidad de identidades que hasta entonces resultaban ignoradas en el lenguaje, las leyes y la implementación de los derechos humanos.

Hoy los movimientos y organizaciones feministas han ido mucho más allá de “los derechos de las mujeres son derechos humanos” practicando intencionalmente una mayor interseccionalidad y expandiendo la idea de “derechos de las mujeres” y “problemáticas de la mujer” a un marco político feminista aplicable a temas que van desde la justicia ambiental hasta las políticas sobre drogas. Durante todo este tiempo la tecnología ha cambiado radicalmente el paisaje de los derechos humanos. Los movimientos sociales y las organizaciones de derechos humanos luchan para hacer frente a violaciones de los derechos humanos facilitadas y perpetuadas por quienes detentan el poder y sus tecnologías. Las empresas tecnológicas son más poderosas que muchos gobiernos a lo largo y ancho del mundo.

Hoy las activistas feministas proclaman también que los derechos digitales son derechos humanos. Existe una robusta comunidad de activistas, colectivos y organizaciones feministas y afines que luchan por fortalecer los derechos digitales. Entre ellas, las ciberfeministas, en especial del Sur global, vienen profundizando en que los derechos digitales sean una realidad para mujeres, personas LBT, poblaciones que no hablan inglés y otras comunidades del Sur global. Cuando las ciberfeministas dicen que los derechos digitales son derechos humanos, están creando soluciones subversivas y realidades alternativas al construir el marco de derechos humanos con una perspectiva digital y la arquitectura digital que necesitamos para el futuro que deseamos.  

Hoy las activistas feministas proclaman también que los derechos digitales son derechos humanos. Existe una robusta comunidad de activistas, colectivos y organizaciones feministas y afines que luchan por fortalecer los derechos digitales.

La tecnología no es liberadora – aún

Suele decirse, aunque sea un tema incómodo, que la tecnología todavía es un espacio demasiado blanco, neoliberal y dominado por el Norte global como para que tengan lugar movimientos sociales y de derechos humanos transformadores. El costo del acceso todavía es demasiado alto, el lenguaje demasiado codificado y el sector demasiado masculino como para que personas jóvenes identificadas con lo femenino, no binario, de bajos ingresos o del Sur global participen, y ni hablar de influir o producir cambios. En cuanto a los movimientos sociales, si miramos la imagen a gran escala, vemos que la tecnología aún se utiliza para reprimir más de lo que se usa como una herramienta liberadora. Hemos pagado un precio muy alto al organizar nuestras comunidades por intermedio de Facebook, WhatsApp y otras redes. Sin embargo, estas aún son las herramientas masivas a las que la mayoría de las personas tiene acceso en este momento.

Esto significa que los espacios donde podemos tener conversaciones muy radicalizadas, feministas y descolonizadas sobre nuestros nuestras vidas y derechos en internet todavía son limitados, incluso en espacios donde supuestamente se habla sobre la intersección entre derechos humanos y tecnología. Asistí a la quinta edición del Internet Freedom Festival (IFF), este año en Valencia, y lo que vi confirmó mi reacción instintiva inicial.

Aunque el futuro para nosotras en internet parece apocalíptico, las ciberfeministas están creando perspectivas importantes dentro del campo de los derechos digitales que son claves para crear  acceso, inclusión e implementación más radicales de herramientas tecnológicas que nuestros movimientos necesitan con desesperación. Y están yendo mucho más allá: descontentas con el extremo bloqueo de las negociaciones en torno a los protocolos de internet y con la cantidad de obstáculos contra los activistas, están creando su propio universo en internet. Un mundo digital que es el que en verdad merecemos: donde tenemos más que nuestros derechos; también tenemos el placer de disfrutar de nuestras identidades, practicar nuestras sexualidades, conocer nuevas personas, acceder a información y tomar decisiones informadas sobre  placer y riesgos.

Aunque el futuro para nosotras en internet parece apocalíptico, las ciberfeministas están creando perspectivas importantes dentro del campo de los derechos digitales que son claves para crear  acceso, inclusión e implementación más radicales de herramientas tecnológicas que nuestros movimientos necesitan con desesperación.

Ciberfeministas en el pasado – y hoy

Las ciberfeministas de hoy, significativamente distintas de las del pasado, siguen conectadas a un mismo legado ideológico y artístico. En la década de 1990, artistas feministas en su mayoría del Norte global crearon un movimiento artístico, que se llamó ciberfeminismo y proclamó un futuro empoderado e incorpóreo.  Una de las cosas más atractivas de internet y de todo lo digital, es que era supuestamente un ámbito de iguales. Nadie te trataría diferente por tu aspecto o por tu sexo o género. Muchas ciberfeministas estaban convencidas de ello – querían una internet donde el sexo y el género se disolvieran. Muchas críticas al ciberfeminismo hacen referencia a esta falta de enfoque interseccional, a esta visión utópica del ciberespacio, carente de acoso y de abuso, a  su blanquedad y su construcción elitista de comunidad.

Saltamos hasta el día de hoy, cuando feministas de todo el mundo han luchado para que la violencia por motivos de género en internet sea reconocida cómo tal y por el derecho legal a perseguirla como tal. Hoy existen evidencias sustanciales que prueban que tu identidad real por fuera de internet afecta qué tratamiento recibes o de qué manera se te discrimina en internet. Las ciberfeministas de hoy entienden que no existe algo así como un futuro sin internet ni tecnología. Vivimos firmemente dentro de la era digital. Online y offline son parte de un falso binario, de una falsa dualidad – la tecnología e internet cambian literalmente nuestra vida física. La vida de la mayoría de las personas que vive fuera de lugares como la Unión Europea, con sus leyes estrictas de protección de datos, está sujeta a mucha más vigilancia, seguimiento, violencia y peligro.


A Cyberfeminist Manifesto for the 21st Century by VNS Matrix.

Las ciberfeministas combaten el universalismo

Las ciberfeministas, por consiguiente, están adaptando, dentro de la tecnología, herramientas de derechos humanos para bien de sus propias comunidades y contextos en el Sur global. Por ejemplo, La Tormenta, un colectivo ciberfeminista oriundo de México, cuyos comienzos como colectivo fue la búsqueda de solucionar los problemas estructurales de utilizar Tor en un país donde no se habla inglés. Comprendieron que aunque los activistas por la seguridad digital mostraran la mejor voluntad e intenciones al explicar y enseñar Tor a sus comunidades, Tor fue concebido en inglés y siempre se escribió sobre él en inglés. Cuando esas instrucciones se traducían al español, todavía resultaban un lenguaje demasiado técnico, no comprensible para la mayoría de la población.

Uno de los ejercicios que propuso La Tormenta en el  (IFF) de este año fue una sesión en español donde presentaron su trabajo y principios y distribuyeron una hoja de papel con instrucciones traducidas al español sobre cómo utilizar Tor. Nos dividimos en grupos de trabajo y abordamos esas instrucciones. Mi grupo hizo anotaciones críticas por toda la hoja. Notamos que muchas de esas palabras no eran de uso común en español; añadimos instrucciones para incluir ilustraciones – en lo esencial quisimos asegurarnos de que esas instrucciones para usar Tor se utilicen.

El universalismo presente en muchos trabajos sobre derechos digitales muestra que en buena medida este sector aún carece de diversidad y, en su mayor parte radica en el Norte global. Queda mucho por hacer en el abordaje de cuestiones de lenguaje, de contexto cultural y de políticas públicas para que estas herramientas puedan realmente implementarse en los hechos y ser efectivamente utilizadas por activistas en sus comunidades del Sur global. Las ciberfeministas de hoy practican uno de los principios centrales del feminismo: escapar de la lógica universalista patriarcal y ser conscientes de las especificidades y marginalidades de las identidades y experiencias de las personas.

Las ciberfeministas de hoy practican uno de los principios centrales del feminismo: escapar de la lógica universalista patriarcal y ser conscientes de las especificidades y marginalidades de las identidades y experiencias de las personas.

Las ciberfeministas traducen el consentimiento en internet

El consentimiento es otro principio feminista que avanza en internet. A menudo encontraremos ciberfeministas que hablan sobre consentimiento, privacidad de datos y vigilancia en forma diferente a como lo hacen quienes militan por la privacidad de la información y quienes se dedican a los derechos humanos en tecnología. Esto se debe parcialmente a que las personas que se identifican como femeninas o queer experimentan las invasiones a la privacidad y el acoso en internet de manera diferente. Las ciberfeministas sostienen que la violencia sexual en internet y la recolección de datos son dos tipos de violaciones de nuestro derecho humano a la privacidad y la dignidad corporal. Para ilustrarlo han acuñado el concepto de cuerpos digitales.

En una sesión del IFF intencionalmente en español, Ledys Sanjuan Mejia, de FRIDA, Sara Muñarriz Awad del Fondo de Acción Urgente, Fernanda Sharakawa, en la actualidad junto a Digital Defenders, y Paola Mosso de The Engine Room, tuvieron una conversación sobre las especificidades de los cuerpos digitales en internet.

Para dar comienzo a la conversación, Sara Muñarriz Awad explicó, “pensar en cuerpos digitales nos ayuda a humanizar nuestra experiencia digital. ‘Cuerpos’ [como concepto] es una estrategia feminista para pensar sobre salud holística, para conectarnos con nuestras problemáticas. Para crear y vivir nuestros cuerpos digitales– y siempre con consentimiento.”

Para continuar la lógica de los cuerpos digitales con una metáfora que la mayoría de las personas que se identifican con lo femenino entienden en profundidad, Mosso usó la figura de “calles digitales” y cómo las  ciberfeministas están integrando una perspectiva feminista de cuidado y consideración de las unas por las otras dentro de esas calles. “Nos decimos unas a otras, ‘si quieres caminar por esta calle específica, camina, pero ten cuidado’. Y deberíamos advertirnos unas a otras sobre cosas como que en esa calle no hay mucha luz, por lo tanto voy a cruzarme a aquella otra”. Esta es una interpretación feminista de cómo mitigar el riesgo en internet, porque la seguridad digital no se trata sólo de los riesgos, sino de vivir nuestras vidas en internet y, siendo conscientes de los riesgos, tomar decisiones informadas, en vez de estar oscuras sobre las consecuencias y peligros.

Cuando las feministas hablan de cuerpos, casi siempre están hablando también de violencia y poder. En el mundo en que vivimos, nuestros cuerpos no nos pertenecen y esto no es diferente en internet. “Cuerpos digitales”, entonces, se convierte en una expresión que podemos usar para reclamar la necesidad de consentimiento en internet. Diferentes mujeres de diferentes organizaciones condujeron numerosas sesiones en el IFF en torno a la importancia de ejercer el consentimiento en la recolección de datos y en cómo proteger nuestras fronteras – nuestros cuerpos digitales – en un tiempo donde decir en voz alta que quieres una taza de café significa que vas a ver una publicidad de café en tu Instagram o en tu teléfono cinco segundos después.

Cuando las feministas hablan de cuerpos, casi siempre están hablando también de violencia y poder. En el mundo en que vivimos, nuestros cuerpos no nos pertenecen y esto no es diferente en internet.

El libro Digital Defense Playbook: Community power tools for reclaiming data, escrito por las activistas comunitarias Mariella Saba, Tamika Lewis, Tawana Petty y Seeta Peña Gangadharan, ilustra este concepto con belleza. En su sesión en el IFF nos pidieron primero que nos conectemos con nuestros cuerpos. Nos pusimos de pie, adoptamos una posición cómoda y nos quedamos congeladas en esta posición. Luego nos pidieron recordar un momento en que nos hayamos sentido monitoreadas y vigiladas, como en un aeropuerto u otros lugares dónde las cámaras de vigilancia en circuito cerrado son comunes. Inmediatamente cambiaron nuestras posturas corporales. Mediante la simple acción de caminar por un espacio físico con otras participantes e imaginar vívidamente diferentes lugares, expresamos cómo nuestros cuerpos reaccionaban física y psicológicamente a las repercusiones de una era digital en la que nuestras imágenes y datos son recolectados para beneficio de corporaciones y para la represión por parte de los gobiernos.

En todo el mundo, el cierre del espacio cívico ha significado la represión de los movimientos sociales y mano dura en la vida real – allanamientos de espacios activistas, de casas de activistas, violencia contra quienes protestan, asesinatos selectivos de activistas de alto riesgo y la creciente criminalización de la protesta social. Los movimientos digitales han cambiado las cosas, pero cuando los y las activistas se hacen presentes en internet, se ponen en riesgo de otra manera.

Sanjuan Mejia sostiene que “tecnopolítica” es una expresión que nos puede ayudar a entender cuál es el rol de la tecnología en un contexto político cada vez más peligroso en todo el mundo y en una era digital. “Deberíamos pensar en cómo la tecnología podría ayudar a nuestros movimientos a reposicionarse y fortalecer la organización del movimiento en la vida real”.

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La tecnología es un terreno en disputa donde las chances se amontonan en contra de la mayoría de la población. Los y las activistas y sus comunidades no sólo exigen responsabilidad: también una inclusión radical y la politización de los derechos digitales, porque es la única manera de que éstos sean un área de trabajo basada en los derechos humanos. Una parte de los principios feministas incluye cuestionar el universalismo, debido a que los marcos y prácticas universalistas siempre están escritos por quienes tienen acceso al poder y al lenguaje y representan la minoría. Son quienes pueden elaborar los marcos y quienes construyen infraestructura para el resto de las personas. La mayor parte de la población mundial simplemente no se identifica con este sector. Las feministas saben que si no luchan por sus derechos en internet, no les serán concedidos, tampoco por quienes trabajan en la expansión de los derechos digitales. En este espacio, las ciberfeministas no sólo luchan por sus derechos, también están construyendo nuevas pedagogías que serán críticas, e incluso nueva infraestructura.

 

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