Illustración por Sabeen Yameen para GenderIT.org
Ha sido un peligro oculto durante mucho tiempo. La llegada de la tecnología ha traído consigo otras formas de opresión contra las mujeres, sobre todo en Sudáfrica. Los comprobantes electrónicos de pago en caja con la identidad de los cajeros son una pesadilla de acoso para las mujeres sudafricanas que trabajan en el sector minorista.
«Aquí en Sudáfrica es normal que los comprobantes de compra de las tiendas incluyan el nombre completo de la cajera, con una frase como: “Adiós, le atendió la señorita Anele White”, explica Noxo Duma*, de 33 años, cajera de un supermercado en Johannesburgo, la capital comercial de Sudáfrica.
La puerta trasera de los acosadores
Los inocentes comprobantes que emiten las cajeras se han convertido en una pesadilla de acoso en línea para muchas trabajadoras en toda Sudáfrica. En marzo, dos desconocidos contactaron a Duma a través de Facebook Messenger presumiendo haber conseguido su nombre de los comprobantes electrónicos de un supermercado y le dijeron: "Estás preciosa."
«Estaba en la cama a las 4 de la madrugada cuando mi esposo me agarró del cuello de la pijama, acusándome de coquetear. Casi me pega», relata.
Duma, al igual que varias mujeres entrevistadas por GenderIT, ha cambiado su apellido por miedo a que su empleador la despida y a que su familia la avergüence públicamente por esta situación tan delicada.
El sector minorista de Sudáfrica es el más grande y próspero del continente africano. En 2022, alcanzó un valor de 1.61 billones de rands (aproximadamente 81 mil millones de dólares) y se espera que crezca a una tasa compuesta anual superior al 4% entre 2022 y 2027.
La participación de las mujeres en el mercado laboral es alta y significativa: se estima que en 2023 habrá 1.56 millones de mujeres trabajando en el sector. «Es un ámbito al que las mujeres negras pueden acceder con mayor facilidad, aunque ya parten de una situación de desventaja: bajos salarios y trayectorias laborales con pocas perspectivas, como cajeras, personal de limpieza o acomodadoras», afirma Phuleg Paka, vicepresidenta del sindicato NUMSA.
Duma es cajera en uno de los supermercados de la cadena más grande de Sudáfrica. Como en muchos otros países, su rutina diaria consiste en pasar tarjetas de débito y registrar ventas mientras miles de clientes desfilan por la caja de su tienda.
Nuestros propios nombres
El comprobante de compra que se entrega a cada cliente tiene un problema importante: incluye el nombre de la cajera, lo que lo convierte en un blanco fácil para los hombres acosadores que buscan acechar digitalmente a las cajeras.
Sylvia Magkatho*, de 28 años, cajera de una concurrida ferretería de Durban, situada en la costa del océano Índico de Sudáfrica, comparte una experiencia similar a la de Duma. El año pasado, un día de septiembre, un hombre al que atendía semanalmente en la ferretería la contactó a través de Messenger y la bombardeó con mensajes románticos no deseados. Sylvia comparte el celular con su marido, quien al ver los mensajes la dejó en casa de sus padres durante un mes.
«Me impactaron los mensajes de Messenger de ese desconocido; nunca coqueteé con él ni lo invité a salir, pero mi esposo se niega a creer que se trata de un desconocido que me acosa a través de Facebook Messenger usando los comprobantes de compra», afirma.
Sudáfrica enfrenta una tasa alarmante de violencia física y emocional contra las mujeres. Según el Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica (SAMRC), entre 2020 y 2021, 5.5 mujeres fueron asesinadas por sus parejas íntimas por cada 100.000 mujeres.
El Comité de Enlace de Minoristas de Sudáfrica (RLC), una agrupación del sector, afirma que no existe ningún requisito estricto para que los supermercados y otros establecimientos impriman los nombres de las cajeras en los comprobantes de compra, ya que no hay ninguna ley que lo obligue. Además, para algunos pequeños minoristas, rediseñar los comprobantes de pago para anonimizar los nombres de las cajeras podría resultar costoso y poco práctico. Cada tienda es libre de elegir cómo diseñar los comprobantes, ya sea con sus nombres o con identificadores anónimos como «atendido por el cajero 234», afirma Ralf De Wit, vocero del RLC.
Totalmente innecesario
Según afirma Agnes Ndaba, ex cajera y actual activista sindical por la igualdad de género en el Sindicato Nacional de Trabajadores Minoristas de Sudáfrica, muchas tiendas minoristas aún optan por mostrar los nombres de las cajeras.
«Es completamente innecesario, ya que supone una vulneración de la privacidad, y deja a las cajeras expuestas a cualquier acosador que tenga un teléfono celular, Facebook, TikTok o una cuenta de Instagram», afirma Ndaba.
Ndaba relata que, en su antiguo puesto como cajera en Johannesburgo, escuchó a quince de sus compañeras expresar su preocupación sobre algunos acosadores digitales que obtenían sus nombres de los comprobantes de pago, creaban cuentas falsas en Facebook o Instagram y enviaban mensajes románticos no solicitados a sus víctimas. Estos acosadores se negaban a revelar su identidad y se jactaban de tener información comprometedora sobre ellas.
«Era muy estresante, cada vez que bloqueaba a los acosadores, estos creaban rápidamente una nueva cuenta falsa y volvían a burlarse de sus víctimas», afirma.
Para víctimas del acoso digital como Noxo, exigir a los dueños de las tiendas minoristas que modifiquen su tecnología para evitar que se impriman los nombres de las cajeras es una tarea arriesgada.
Ella misma reconoce que no se atrevería, al describir la matriz de poder de género en el sector minorista sudafricano, donde la mayoría de los gerentes y tomadores de decisiones son hombres blancos mientras que las cajeras son mujeres negras, con salarios bajos y situación vulnerable. «Me despedirían en el momento si le dijera a los gerentes de la tienda que rediseñaran la tecnología de las cajas registradoras», afirma. «Todos los días, en mi tienda, hay otras 100 mujeres desesperadas con sus currículum vitae en agencias de empleo, esperando para ocupar mi puesto de cajera en cualquier momento», añade, expresando sus miedos personales que la obligan a seguir trabajando en un sector donde está a merced de acosadores en línea.
Según la agencia estatal Statistics SA, Sudáfrica se encuentra entre los cinco países con la tasa más alta de desempleo juvenil del mundo. Más del 60% de los jóvenes de entre 15 y 24 años están desempleados. Para cajeras como Noxo y Makgatho, la precariedad laboral con enfoque de género significa que, en general, el 35.7 % de las mujeres están sin trabajo, en comparación con el 30 % de los hombres. Además, denunciar el acoso digital a sus parejas en casa es una decisión arriesgada para estas mujeres, señala Makgatho. Para ellas es «mucho más seguro» enfrentar a los acosadores digitales que obtienen la identidad de las cajeras a partir de los comprobantes de pago que decirle a sus maridos de forma proactiva que un acosador en línea la está persiguiendo en Facebook o Instagram.
«Ser sincera me costaría una paliza; la única opción para las cajeras en una situación tan delicada como esta es borrar nuestros perfiles de Facebook y abandonar las redes sociales», afirma sobre la situación sin salida a la que se enfrentan muchas mujeres.
No es nuestro trabajo
Para la líder sindical Ndaba, la siniestra práctica de los acosadores digitales que se enfocan en cajeras representa un ejemplo clásico —aunque poco visibilizado— del uso de tecnología occidental como arma en países más pobres, donde las barreras legales suelen no ser tan sólidas como en Estados Unidos o Europa Occidental. La mayoría de los proveedores de tecnología para cajas registradoras en países más pobres como Sudáfrica son grandes empresas occidentales, como la alemana SAP o la estadounidense NCR Voyix Corporation.
Estas multinacionales, que cotizan en bolsa y desarrollan software para el comercio minorista, difícilmente imaginan que en algún lugar del mundo, sus comprobantes electrónicos de pago se han convertido en depósitos de datos personales sin protección. Para acosadores digitales, son una puerta de acceso a los nombres de las cajeras, lo que les permite buscarlas en Facebook o X, presionarlas para que acepten invitaciones a salir o incluso chantajearlas. Se trata de un problema poco conocido, que en realidad no existe en los países occidentales, afirma Ndaba, por lo que no se preocupan por supervisar el uso que los usuarios finales hacen de su tecnología minorista en el extranjero. «Tienen un enfoque de no intervención. En las pocas reuniones que hemos mantenido con distribuidores de software de cajas registradoras para minoristas, nos han dicho que no han oído hablar de este problema como para tener que reconfigurar sus sistemas y anonimizar los nombres de todas las cajeras», señala.
Ndaba agrega que muchas tiendas minoristas también eluden su responsabilidad y se defienden argumentando que reconfigurar el software extranjero es costoso y que, además, el software está patentado.
Por su parte, Brenda Muridili, portavoz de la división de violencia de género de la policía de Gauteng —la provincia más poblada de Sudáfrica—, informa que cinco mujeres han denunciado casos en los que fueron contactadas a través de Messenger y chantajeadas por acosadores que obtuvieron sus nombres a partir de comprobantes de compra. A la policía le resulta difícil actuar contra los acosadores digitales porque la mayoría de ellos utilizan cuentas falsas y, en Sudáfrica, es fácil para los agresores adquirir tarjetas SIM en cualquier tienda sin necesidad de presentar una identificación. «Es tarea de la policía investigar a los acosadores digitales que se enfocan en las cajeras, y seguimos alentando a las víctimas a que se acerquen para poder dar seguimientos a las pistas», afirma.
¿Registro de delincuentes sexuales?
Aunque Sudáfrica cuenta ahora con un registro nacional de delincuentes sexuales, este permaneció cerrado al público durante años, hasta que las protestas de activistas feministas lograron que se abriera finalmente este año. Sin embargo, Ndaba advierte que la mayoría de los acosadores actúan en redes sociales —plataformas no reguladas y cuyos moderadores y bases de datos se encuentran fuera del país—, lo que convierte en un «esfuerzo titánico» no solo detener a los agresores, sino siquiera pensar en enjuiciarlos con éxito.
Para Noxo, la cajera, esta situación resume la frustración a la que se enfrentan muchas empleadas al intentar denunciar a acosadores y depredadores sexuales que obtienen sus nombres de los comprobantes de pago.
«La policía te dice que bloquees al tipo en Messenger; tu novio o tu esposo podría golpearte por bloquearlo o por creer que estás chateando con tu «amante secreto» en Messenger; y los gerentes de las tiendas te dicen que es demasiado costoso siquiera pensar en rediseñar los comprobantes de pago para anonimizar los nombres», explica.
Pienso en cómo toda esta situación perjudica a las cajeras a todos los niveles: sus parejas se vuelven agresivas con ellas, la policía no tiene idea de cómo rastrear a los acosadores en línea y las grandes cadenas minoristas ignoran las quejas de que su tecnología expone a las mujeres al acoso en línea. Mientras salgo a correr cerca de casa, me doy cuenta de lo afortunada que soy como mujer dentro de la cadena alimentaria social de Sudáfrica. Soy escritora, un trabajo respetable, —que nos atienden todos los días, desempeñando una de las labores peor remuneradas que existen— reciben, como recompensa, no solo sueldos bajos, sino una tecnología que vende sus nombres a acosadores sexuales en línea. Me resulta totalmente injusto. Y me siento impotente al pensar que voy a cambiarlo con mi desgastada pluma de escritora.
- 223 views





Add new comment