Images of many surveillance devices like video cameras, computers, and cell phones whose connections are being physically cut by hands of all colours and sizes with scissors, suggesting the cutting off of watching by electronic means and cutting off stalkers' access to the people they aim to harass.

Illustration by Sabeen Yameen for GenderIT.org

Para muchas de nosotras, lo digital no es sinónimo de libertad. Es un territorio donde el control, el acecho y la violencia patriarcal se reproducen con nuevos códigos, pero con la misma lógica de disciplinamiento. El acecho digital persiste bajo lógicas patriarcales que no solo implican acciones individuales, sino prácticas políticas que buscan silenciar nuestros cuerpos, voces y afectos.

He abordado el stalking desde distintos lugares: lo he investigado desde lo académico, lo he discutido en espacios comunitarios, lo he visto afectar a compañeras que admiro profundamente, y también lo he vivido en carne propia. Sé la huella que inscribe en nuestros cuerpos, y tengo la certeza de que no se trata solo de una experiencia individual, sino de una violencia que necesita ser nombrada, pensada y enfrentada de forma colectiva.

Desde esa experiencia, surge la convocatoria: Narrativas de poder: desenmascarando a los acosadores digitales, un intento por documentar y hacer memoria sobre esta temática. De cien propuestas recibidas, tuvimos que seleccionar solo nueve, buscando ofrecer un espacio seguro para hablar de situaciones, prácticas y tecnologías que facilitan el stalking, pero también compartir nuestras estrategias y visiones sobre la reparación.

Lo íntimo bajo vigilancia

Cada día tecnologías más sutiles y sofisticadas nos intentan empujar en nombre del “amor romántico” a vigilar a quienes tenemos cerca. Su uso se propaga a través de redes sociales, donde rápidamente se viralizan tutoriales para rastrear en secreto a la pareja1 y/o espiar con detalle su vida digital. Este fenómeno va de la mano con el auge conservador que se deja ver en las grandes compañías tecnológicas, quienes abandonaron el pink y rainbow-washing y sus políticas pseudo-inclusivas2 frente a la legitimación de discursos reaccionarios y antidemocráticos en distintas partes del mundo.

Y es que al habitar internet somos parte de un entramado social donde portamos una mochila donde caben nuestros gustos, saberes, amistades, identidades y lo que nos rodea; y es esa misma información y vínculos los que pueden ser saboteados, utilizados en nuestra contra, o manipulados por otra persona, organización o movimiento. Incluso por parte de alguien a quien amamos.

Los algoritmos actualmente nos bombardean con una estética conservadora (¿se perdió el color que ahora todo es neutro o beige?), el boom de las tradwives3 y horas de contenido que legitima los celos y el control, espacio donde el acoso se normaliza como mecanismo de dominación. Y es que al habitar internet somos parte de un entramado social donde portamos una mochila donde caben nuestros gustos, saberes, amistades, identidades y lo que nos rodea; y es esa misma información y vínculos los que pueden ser saboteados, utilizados en nuestra contra, o manipulados por otra persona, organización o movimiento. Incluso por parte de alguien a quien amamos.4

¿Cómo identificar el acecho digital cuando quien lo perpetra es de nuestro círculo íntimo? Sofía Celi reflexiona sobre esta pregunta en su cuento Rememorar, en el que explora cómo el control y el daño emocional pueden entrelazarse, y cómo estos ataques logran desarmar nuestras ideas y creencias. En su relato, lanza una pregunta crucial: si crecimos en una cultura que nos vulnera desde pequeñas, ¿seremos capaces de reconocer el peligro a tiempo?

La colectiva FEMBLOC ha profundizado en el impacto de las violencias digitales dentro de las relaciones de pareja y otros vínculos afectivos. A través de su trabajo con líneas de ayuda feministas y procesos de formación colectiva en centros de apoyo, han logrado mapear las distintas formas que adoptan estos ataques, dirigidos principalmente contra mujeres y personas LGBTIQANB+ en el espacio digital. En su texto Desconectar de tu ex, sistematizan estas experiencias, mostrando cómo el acecho se enreda en lo cotidiano, reforzando dinámicas de control y violencia.

Pero la naturalización del acecho también opera a nivel estructural. Las tecnologías no solo refuerzan el control en vínculos íntimos, sino que muchas veces son diseñadas sin perspectiva de género y ello repercute en nuestras vidas. En Sudáfrica, la periodista Winile Ximba relata en “You look cute” cómo algunas boletas de supermercado imprimen los datos personales de las cajeras, información que luego utilizan distintos sujetos para acecharlas y acosarlas digitalmente, en un país donde la sola presunción de adulterio puede costarle la vida a una mujer.

Las tecnologías no solo refuerzan el control en vínculos íntimos, sino que muchas veces son diseñadas sin perspectiva de género y ello repercute en nuestras vidas.

El acecho como herramienta de disciplinamiento político

Las dimensiones íntimas del acecho pueden atravesar nuestras formas de vincularnos y de construir confianzas. Pero ¿qué ocurre cuando quien te vigila es el gobierno? En Indonesia, como relata Juliana Harsianti en The rise of cybertroops and digital stalker, grupos organizados actuaron durante las campañas electorales para acosar a mujeres que integraban comandos políticos, activistas y organizaciones de la sociedad civil.

Algo similar ocurre en Zimbabue, donde Nyasha Bhobo documenta el accionar de los Varakashi, una brigada digital que persigue principalmente a mujeres mediante campañas de acoso, sexualización y exposición pública. Esta violencia también alcanza a quienes han migrado: varias mujeres de la diáspora en países como Canadá continúan siendo acechadas por estos agentes, enfrentándose a autoridades que no comprenden cómo perseguir ni nombrar este tipo de ataques, ni qué orientaciones entregarle a sus víctimas.

Para quienes encarnan identidades no normativas, habitar internet implica una negociación constante entre visibilidad, resistencia y autocuidado. En India, Anjani Chadha y Niv, documentaron a través de lo visual y lo escrito en Under digital siege: How marginalized genders survive online stalking in India, cómo el acecho digital funciona como herramienta de silenciamiento, especialmente contra géneros marginados. Desde el hostigamiento a una joven por expresar su postura política, hasta el acoso transfóbico, el espacio digital ha amplificado las jerarquías y violencias que ya existen a nivel social. En estos escenarios, sostener la presencia digital y construir comunidad es, en sí mismo, un acto de valentía.

Los grupos antiderechos actúan de forma coordinada en el mundo. Michel Riquelme, activista transfeminista no binarie, explora en Cuando los oprimidos usan las herramientas del amo para oprimir cómo ciertos grupos detransicionistas se han aliado con organizaciones de ultraderecha para desprestigiar a la comunidad trans en Chile. El acecho es constante: cada persona que decide hablar sobre su existencia en internet es blanco de campañas de hostigamiento, tanto digitales como presenciales, mediante volantes, trípticos e informes que les señalan directamente. Las plataformas digitales permiten que estos ataques continúen: los sistemas de reporte automatizados no logran identificar este tipo de violencia específica, lo que facilita la circulación de discursos de odio que niegan la vida misma de las personas LGBTIQANB+.

El daño a través de la marca moral

En 2023, gracias a una fellowship de la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), publiqué el reporte Violencia política sexual y digital en Chile, donde documenté ataques digitales sufridos por mujeres cis y trans progresistas en los últimos años. Muchas de estas violencias comenzaron en plataformas como Tinder o Bumble, donde agresores disfrazados de aliados progresistas, mantuvieron contacto virtual con ellas, para luego exponerlas públicamente y llamar a sus seguidores a acecharlas tanto de forma física como virtual.

Todas las víctimas compartían algo en común: se manifestaban públicamente en sus redes sociales a favor del aborto o la paridad política. Y es que quienes acechan en línea, no buscan solo dañar a una persona, sino que buscan marcar moralmente a sus víctimas y enviar una señal a quienes las rodean: se trata de escribir en sus cuerpos e identidades un castigo ejemplificador que actúa como advertencia para toda la comunidad que las observa y que por temor a ellos decide alejarse de internet.

Esta lógica de aleccionar y disciplinar los cuerpos feminizados se alinea con lo que plantea la pensadora argentina Rita Segato, quien entiende el feminicidio y otras violencias contra mujeres y corporalidades no heteronormadas como formas de violencia expresiva, ya que la finalidad no es solo eliminar, sino ejercer un control total de una voluntad sobre otra. En sus palabras, la agresión más próxima a la violencia sexual es la tortura física o moral: “Expresar que se tiene en las manos la voluntad del otro es el telos o finalidad de la violencia expresiva.5

Comprender que lo que ocurre en el espacio digital deja huella en nuestros cuerpos es parte de lo que se conoce como tecnoafecciones,6 un concepto propuesto por Jess Ciacci y Paola Ricaurte (2024), quienes lo definen como una forma de entender que la tecnología está atravesada por una trama de afectos y afectaciones. Por eso, los ataques digitales también se sienten en lo físico. En ONG Amaranta, a través del informe Chile y la violencia de género en internet: experiencias de personas cis, trans y personas no binaries, identificamos múltiples malestares corporales vinculados al acecho y la violencia digital: dolores de cabeza, mareos, dolor de estómago, bruxismo y otras manifestaciones que evidencian la materialidad de estas experiencias, donde el impacto permanece en el miedo, la vergüenza y la sensación de estar bajo constante vigilancia.

Sin una red de apoyo, vivir el acecho digital puede significar desaparecer, o disolverse.

Sin una red de apoyo, vivir el acecho digital puede significar desaparecer, o disolverse. La comediante taiwanesa Vickie Wang reflexiona sobre ello en I Keep Receipts, un texto donde se pregunta quién piensa en todas esas mujeres que se retiran de la vida pública tras enfrentar violencia digital, y cómo la sociedad también contribuye a ese olvido al negarles espacios seguros y la posibilidad de contar lo que están viviendo.

El camino hacia la reparación

Por eso es urgente hablar no solo de estrategias para protegernos, sino también de cómo tejemos prácticas de reparación que nos permita sostenernos y seguir habitando el espacio digital. ¿De qué manera voy a lidiar con las emociones que me dejó el acecho de alguien a quien le expresé mis afectos? ¿Es posible volver a ser una persona con vida pública en la calle e internet?

Constanza Figueroa, desde www.amigashacker.club nos propone en ¿Hay vida después del stalking? una serie de estrategias para reapropiarnos del espacio digital (y de nuestras vidas) tras el acecho. A través de un ejercicio lúdico, traza un camino que reconoce nuestras vulnerabilidades y nos invita a tratar con dulzura nuestras heridas. Se trata de una hoja de ruta para reconstruirnos desde la ternura y la compasión.

Y es que no podemos enfrentar estos ataques en solitario. A través de estos textos, queremos decirles a quienes acechan que también estamos observando, documentando y compartiendo lo que hacen para que sus violencias no se repitan. Día a día tejemos redes, forjamos alianzas más allá de las fronteras, y sabemos que en cada territorio hay alguien dispuesta a construir memoria transfeminista. Las tecnologías no son neutras, y por eso las estamos analizando desde una crítica situada y sensible al género. Ya no nos van a volver a silenciar, entre todas y todes nos sostendremos las veces que sean necesarias. ¡Gracias por llegar hasta acá!

Footnotes

1. Mientras escribía esta editorial, una amiga me comentaba con horror que el viral más compartido de instagram ese día era un vídeo que mostraba cómo comprar y coser un dispositivo gps en el bolso de tu pareja, para saber dónde está en todo momento. El vídeo incluía un código de descuento para comprar el producto con despacho gratis en cualquier parte del mundo.

2.  Knibbs, K. (2025, enero 7). Meta now lets users say gay and trans people have ‘mental illness’. Wiredhttps://www.wired.com/story/meta-immigration-gender-policies-change/ 

3.  Sykes, S., & Hopner, V. (2023, julio 7). Tradwives: The housewives commodifying right-wing ideology. GNET. https://gnet-research.org/2023/07/07/tradwives-the-housewives-commodifying-right-wing-ideology/ 

4.  https://www.takebackthetech.net/index.php/tags/stalking-campaign-2024

5.  La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado. Rita Segato. Editorial Tinta Limón.

6.  Habitar las tecnoafecciones. (2024) Jess Ciacci y Paola Ricaurte.

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